"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

jueves, 11 de febrero de 2010

''Así destruyó Carrillo el PCE'' de Enrique Líster


Congreso del PCE enarbolando la bandera rojigualda

A mediados de octubre de 1944, estando en el frente ucra­niano al mando de la 2ª División del Ejército polaco, me llamó Dimitrov a Moscú. En una larga conversación me explicó las opiniones y planes de Stalin en relación con el problema español. Resumidas, esas opiniones y planes consistían en lo siguiente:

a) Stalin quería desbaratar los planes de los imperia­listas, sobre todo de los ingleses, orientados a dejar a Fran­co en el poder después de la derrota del fascismo en los campos de batalla.

b) Según Stalin, era necesario obligar a los dirigentes socialistas, anarquistas y republicanos a abandonar su po­lítica de pasividad y de espera a que el problema español lo resolviesen desde fuera los imperialistas.

c) Era necesario formar un Gobierno, o algo parecido, que pudiese hablar y tratar en nombre del pueblo español; sería deseable que ese Gobierno, Comité de Liberación, o como se le quisiera llamar, estuviese presidido por Negrín.

d) Y por último, esa representación de la democracia española debería estar respaldada por un movimiento po­pular, una de cuyas expresiones podría ser, en la situación de España, la lucha guerrillera.

En relación con esas cuestiones, y concretamente con las guerrillas, Stalin consideraba que Modesto, Cordón y yo debíamos trasladamos a Francia, a donde también de­bía trasladarse Dolores, sobre todo para ponerse ella en relación con Negrín y otros dirigentes republicanos.

Respondí que las opiniones y planes me parecían exce­lentes y que se trataba de ponerlos en práctica lo más rápidamente posible.

Dimitrov me comunicó entonces que los especialistas habían estudiado ya las posibles rutas para llegar a Fran­cia; que para nosotros se había previsto el viaje a través de Yugoslavia, y para Dolores a través de El Cairo.

El 7 de noviembre de 1944 Modesto, Cordón y yo sali­mos de Moscú en un avión especial. Después de hacer no­che en el camino, el 8 llegamos a Bucarest, donde perma­necimos hasta el día 11, en que salimos para Belgrado, llegando allí el mismo día.

En Belgrado surgieron dificultades para continuar el viaje, lo que nos obligó a quedamos allí más tiempo del que pensábamos. Aprovechamos ese tiempo para estudiar las experiencias de la lucha de las guerrillas y del Ejército Popular yugoslavo, al que estuvimos incorporados con nuestros grados de generales y de cuyo mando recibimos toda clase de atenciones y facilidades, pasando a formar parte del Estado Mayor personal de Tito y viviendo en su propia residencia.

Por fin llegó para Modesto y para mí la posibilidad de proseguir el viaje a través de Roma, donde estuvimos dos días, teniendo que quedarse Cordón en Belgrado algún tiempo.

Al llegar a París, en febrero de 1945, informé a Carrillo de las opiniones y planes expuestos por Dimitrov. Me con­testó que con esos planes lo que haríamos sería sacarles las castañas del fuego a socialistas y anarquistas, que es­taban en mejores condiciones que nosotros para tomar en sus manos la dirección de una salida democrática y que, además, contarían con la ayuda real y directa de ingleses, americanos y franceses, mientras que nosotros no recibi­ríamos de los soviéticos más que consejos, que de nada nos servirían.

Yo casi no conocía personalmente a Carrillo. Lo había visto dos o tres veces durante la guerra, ninguna de ellas en el frente, y más tarde una vez en Moscú, en 1939.

A principios de 1945, Carrillo lo tenía todo en sus ma­nos. Él había llegado a Francia en noviembre y se había apoderado no sólo de la dirección política, sino de todos los medios materiales del Partido.

Por fin llegó Dolores. Una espléndida villa, criados, es­colta, y todo lo demás seleccionado por Carrillo, la espe­ran. Y Carrillo la convence de que las opiniones y planes para el desarrollo en gran escala de la lucha guerrillera y la creación de un órgano de dirección política a tono con ese tipo de lucha, no tienen aplicación posible en España.

A pesar de esa actitud negativa de Carrillo, aceptada por Dolores y luego por otros miembros de la dirección del Partido según fueron llegando a Francia, Stalin conti­nuó llevando consecuentemente la lucha por barrer el fran­quismo del poder y devolver al pueblo español un régimen democrático.

Del 17 de julio al 2 de agosto (1945), tuvo lugar la Con­ferencia de Potsdam. En ella el caso español fue discutido repetidas veces en sesiones plenarias y en reuniones de comisiones. Stalin y Churchill llegaron a discusiones muy agrias sobre esa cuestión.

En la sesión plenaria del 19 de julio, es decir, a los dos días de abrirse la Conferencia, la delegación soviética presentó un memorándum en el que, entre otras cosas, se decía textualmente:

"El Gobierno de Franco constituye un grave peligro para las naciones amantes de la libertad en Europa y América, por lo que proponemos a los aliados:

Primero: romper toda clase de relaciones con el Gobierno español, y

Segundo: ayudar a las fuerzas democráticas españolas para hacer posible que el pueblo español establezca un ré­gimen político acorde con sus deseos."

En el acuerdo firmado al final de la Conferencia en lo que a España se refería, se decía textualmente:

"Los tres Gobiernos se sienten obligados a indicar claramen­te que por su parte no favorecerán ninguna solicitud de ingreso del presente Gobierno español, el que habiendo sido fundado con el apoyo de las potencias del Eje, no posee en atención a sus orígenes, sus antecedentes y su íntima rela­ción con los ejércitos agresores las cualidades necesarias para justificar su ingreso" en el seno de las Naciones Unidas."

Antes de la reunión de Potsdam existían ya dos impor­tantes documentos internacionales en los que el problema español estaba claramente incluido. Me refiero a las Decla­raciones de Teherán y de Yalta, firmadas por Stalin, Roose­lt y Churchill. En la primera y al tratar de Europa, se decía: «Eliminar la tiranía y la esclavitud, la opresión y la intolerancia.» En cuanto a la Declaración de Yalta, firmada por las tres mismas personas el 12 de febrero de 1945, decía:

El primer ministro de la Unión de Repúblicas Socialis­tas Soviéticas, el primer ministro del Reino Unido y el presidente de los Estados Unidos de América se consultaron entre sí, en provecho común de sus pueblos respectivos y de los pueblos de Europa liberada. Manifiestan su acuerdo de concentrar, durante el período transitorio de inesta­bilidad en Europa liberada, los procedimientos de sus tres Gobiernos para ayudar a los pueblos liberados del dominio de Alemania nazi y a los antiguos satélites del Eje en Europa, a fin de que resuelvan por medios democráticos sus urgentes problemas políticos y económicos.

El establecimiento del orden en Europa y la reconstruc­ción de la vida nacional económica deben lograrse por procedimientos que permitan a los pueblos liberados destruir hasta los últimos vestigios del nazismo y el fascismo y crear instituciones democráticas de su propia elección. Este es un principio de la Carta del Atlántico: el derecho de «todos los pueblos» a escoger la forma de gobierno bajo la cual desean vivir y la restitución de los derechos soberanos y el gobierno propio a los pueblos que han sido pri­vados de ellos por la «fuerza» de las naciones agresoras.

Para fomentar las condiciones en que los pueblos libe­rados puedan ejercitar estos derechos, los tres Gobiernos ayudarán conjuntamente al pueblo de cualquier Estado li­berado de Europa o de cualquier antiguo satélite del Eje en ese continente, en donde lo exijan las condiciones, a su juicio:

a) a establecer condiciones de paz interna;

b) a llevar a la práctica medidas de emergencia para la ayuda a los necesitados'

c) a formar un Gobie;no provisional ampliamente re­presentativo de todos los grupos democráticos de la población, comprometido a establecer, a la mayor brevedad po­sible y por medio de elecciones libres, el gobierno respon­sable de la voluntad del pueblo;

d) a facilitar, en los casos necesarios, tales elecciones 1ibres.


Los tres Gobiernos consultarán con las demás Naciones Unidas y con las autoridades provisionales y los demás Gobiernos de Europa cuando estén en estudio asuntos de interés directo para ellos.

Cuando, en opinión de los tres Gobiernos, las condiciones en cualquier Estado europeo liberado o en un antiguo satélite del Eje en Europa lo hagan necesario, se consultarán inmediatamente entre sí respecto a las medidas necesarias para cumplir con las responsabilidades mancomunadas expuestas en esta declaración.

Por ella reafirmamos nuestra fe en los principios de la Carta del Atlántico, nuestra adhesión al Acuerdo de las Naciones Unidas y nuestra decisión de formar, con Cooperación de los demás países amantes de la paz, un orden mundial bajo la ley, dedicado a la paz, a la seguridad, a la libertad y al bienestar de la especie humana.

El 1 de marzo de 1946 el Gobierno francés cerró la frontera ni con España, lo que representaba un duro golpe para los franquistas. Mientras tanto, a nosotros no se nos ponían obstáculos por parte de las autoridades francesas para pa­sar de Francia a España y de España a Francia a través del Pirineo o por mar.

El 4 de marzo, tres días después de cerrada la fronte­ra, se hacía pública la nota «tripartita» de los Gobiernos de Francia, Inglaterra y Estados Unidos en la que, entre otras cosas, se decía:

Los Gobiernos de Francia, el Reino Unido y Estados Unidos de América han cambiado impresiones respecto al actual régimen español y sus relaciones con dicho régimen.

Se ha convenido que, en tanto que el general Francisco Franco siga rigiendo a España, el pueblo español no debe esperar una asociación completa y cordial con aquellas nao ciones del mundo que, mediante un esfuerzo común, pro­dujeron la derrota del nazismo germano y del fascismo italiano, que ayudaron al presente régimen a elevarse al poder y que le sirvieron de modelo.

La amnistía política, el retorno de los españoles deste­rrados, las libertades de asamblea y asociación política y los arreglos para elecciones públicas libres son esenciales.

Un gobierno interno que se dedicase a estos fines de­bería recibir el reconocimiento y el apoyo de todos los pue­blos amantes de la libertad.


  • Mediante este artículo, perteneciente al libro Así destruyó Carrillo al PCE de Enrique Líster querríamos ilustrar algunas de las traiciones que urdió Carrillo y sus secuaces al PCE, al republicanismo y a la lucha por la liberación del fascismo. Asi mismo, podemos observar la abnegación de Stalin a la causa española. Gloria a la Unión Soviética que desde su nacimiento demostró una inigualable solidaridad por los pueblos oprimidos y proscripción eterna al capitalismo que con su indiferencia ayudó al franquismo a consagrarse y mantenerse treinta años después de su defunción.
Así pues queremos aprovechar para condenar a la vil socialdemocracia burguesa, llámese socialismo, laborismo o eurocomunismo.

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