"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

jueves, 11 de abril de 2013

Pablo Iglesias - Socialismo y liberalismo



*La libertad. Madrid, 10-X-1925

Indudablemente, una de las más claras señales de que el Socialismo realiza considerables avances está en el gran descenso que se observa en los reparos y objeciones que se le hacen y en los ataques que se le dirigen. No sólo estos son menos fuertes, sino aquéllos menos insistentes y más cortos en número.
¡Qué diferencia de ayer a hoy!

Sin embargo, aunque el número de los que impugnaban el Socialismo ha disminuido bastante y no se oyen tantas atrocidades como antes se lanzaban contra él, todavía los que las profieren constituyen cifra alta.
Sí; todavía son muchos los que dirigen sus dardos al Socialismo porque <<éste quiere repartir la propiedad, hacer iguales a todos los seres humanos, establecer un régimen social contrario a la libertad>> o realizar otros fines de la misma laya que los que dejamos subrayados.

Ya que no de todos, vamos a hacernos cargo del que atribuye al Socialismo un carácter liberticida.
Quienes sostienen que el Socialismo es contrario al liberalismo –pues no otra cosa quieren decir los que afirman que establecido aquél carecerían los hombres de libertad-, o tienen del liberalismo una idea muy especial o desconocen los propósitos que persigue el Socialismo.

¿Se entiende por hombre libre el que esté sometido a otro o a otros por la fuerza material? ¿El que no tiene más remedio que vender su fuerza de trabajo a los que son dueños de los medios de producción? ¿El que, precisamente por ser asalariado, mientras enriquece a los que lo explotan, vive en la miseria o en la escasez? ¿El que, sumido en la ignorancia por el despojo que sufre en el fruto de su trabajo, es burlado, 

menospreciado o convertido en lacayo o esbirro del mismo que le despoja? ¿O la obrera, que además de experimentar el vasallaje del varón, explotada inhumanamente por el patrono, ofendida por los hijos de éste o por los encargados y despreciada por la sociedad si la miseria la arrastra a la vorágine de la prostitución? ¿O el niño, a quien en vez de darle salud, recreo e instrucción convierte el régimen burgués en máquina de beneficios y los expone a sucumbir por las peligrosas funciones en que le emplea?

Para los que juzguen que son libres los seres humanos que se encuentran en la situación expuesta, su aserto de que el Socialismo es contrario al liberalismo es exacto, y contra ese liberalismo, a acabar con él, va el Socialismo. 

Pero si, como creen cuantos piensan rectamente, el liberalismo no es eso, sino el que no haya ningún ser racional explotado por otro, ni dependiente de la voluntad de otro, ni sometido por su ignorancia y su ineducación (padecidas sin culpa por él) al instruido o al educado, ni expuesto jamás, cualesquiera que sean los accidentes de su vida, a que nadie le sojuzgue o coarte en lo más mínimo su pensamiento o su acción; en una palabra, si el liberalismo lo constituye aquel estado en que todos sean dueños de sus pensamientos y de sus acciones, sin que en nada cohíban éstos a los demás, el Socialismo, lejos de ir contra él, lejos de serle adverso, trabaja y lucha por su implantación efectiva. 

La conquista del Poder político por el proletariado –uno de los propósitos del Socialismo-, ¿a qué se encamina? A que la clase hoy explotada, que es la que ha de poner fin a los privilegios de la burguesía o clase explotadora, acabe con ellos para que cesen las desigualdades sociales que en la presente sociedad existen.

La socialización de los medios de producción y la distribución –otra de las principales aspiraciones del Socialismo-, ¿a qué finalidad responde? A la de que, desapareciendo la apropiación privada de dichos medios, cese el despojo que del fruto de su trabajo se comete ahora con todos cuantos constituyen la masa asalariada y con muchos que trabajan en el campo como colonos.

La abolición de las clases sociales –consecuencia de las aspiraciones acabadas de señalar e idea suprema del Socialismo-, ¿qué alcance tiene? El de suprimir los antagonismos económicos, matar de raíz toda causa de esclavitud y dominio, extirpar las guerras, que nos convierten en fieras y consumen inmensas riquezas, y hacer que los seres humanos formen una sola familia donde todos miren por todos y la paz y el amor sean una verdad. 

¿Y a quien esto aspira puede decírsele, ni con asomo de razón, que es contrario al liberalismo? Es más: ¿puede haber libertad mientras haya masas ignorantes, ineducadas, hambrientas, enfermizas, respirando ambientes de picardía y criminalidad? ¿Pueden ser libres todos los hombres en tanto unos vivan en suntuosos e higiénicos palacios y otros habiten en inmundas zahúrdas?

Ni al Socialismo puede acusársele fundadamente de ser contrario al liberalismo ni el régimen actual, de expoliación y de intereses inarmónicos, cabe que tenga vida plena el liberalismo.

Y aun de la vida que tiene hoy, más de forma que de esencia, y aun de las partículas de libertad que gozan hoy los ciudadanos (no todos), una buena cantidad se debe al Socialismo, que no deja de ejercitar su acción para obtener leyes y medidas que hagan menos dura la supeditación del proletariado a la clase burguesa.
Consecuente con su carácter eminentemente liberal, el Socialismo proseguirá su labor para alcanzar el mayor grado de liberalismo posible en la sociedad burguesa; pero sus esfuerzos principales, sus mayores impulsos los encaminará a acabar con ella, a vencer totalmente al bando capitalista, porque sólo vencido éste y realizada la transformación que el Socialismo predica será una verdad el liberalismo íntegro.

lunes, 8 de abril de 2013

Pablo Iglesias - Abolición de clases*



La ilustración del Pueblo. Madrid, 10-I-1897

Esta es la aspiración fundamental del socialismo, que al realizarse pondrá término a las luchas  entre los hombres, garantizará a todos medios de vida y hará surgir, por consiguiente, una verdadera civilización
Sin embargo de querer esto, abundan los que acusan al socialismo de predicar la lucha de clases y atizar en los proletarios el odio hacia los ricos.

Tres clases de individuos formulan esta acusación: los que de mala fe combaten el socialismo: los que, haciéndolo de buena fe, no tienen mejor argumento que oponerle, y los que creen sinceramente que predica aquella lucha.

A los primeros no hay que hacerles caso; los otros merecen que se les conteste.
Si los socialistas predicasen la lucha de clases, no tendrían por qué criticar el régimen social en que vivimos, ni tampoco se molestarían en trabajar por su desaparición.

En la actual sociedad la lucha de clases existe, como existió en las sociedades anteriores. El antagonismo de intereses, que es el engendrador de esta lucha, persiste aún, y sobre él gira la sociedad burguesa o capitalista.

La forma en que hoy se realiza la producción ¿responde al interés general?, ¿sirve para que todos puedan satisfacer sus necesidades? No. Como los medios que sirven para producir están en manos, no de toda la sociedad, sino de una parte de ella – la más pequeña, por cierto-, esa fracción de la sociedad úsalos como a su particular interés conviene. 

Y no se diga que tal modo de proceder se oponen o deben oponerse los Gobiernos en nombre y representación de todos los ciudadanos, porque tal objeción carece de base.

Si aquella minoría es dueña de todos los medios de producción, de toda la riqueza social,  dueña ha de ser necesariamente de todos los Poderes, y, por tanto, el legislativo hará las leyes que a ella le convenga, el judicial estará por completo a su servicio, el militar no hará más que lo que a ella le mande, el eclesiástico la escudará con su influencia moral, y el gubernativo la obedecerá ciegamente. 

Nada pueden argüir contra lo dicho las diferencias que existen entre los individuos de la clase que monopoliza la riqueza: esas luchas y diferencias, nacidas de que los intereses de esos individuos tampoco son armónicos entre sí, podrán alterar la fuerza de dicha clase y hacer que en ella imperen hoy unos elementos y mañana otros; pero no niegan el dominio de la misma sobre los demás ciudadanos. 

¿Quiénes constituyen hoy los Parlamentos o la casi totalidad de éstos? Propietarios territoriales, fabricantes, propietarios de minas, industriales y otros individuos que, sin pertenecer a esas categorías, son, sin embargo, defensores de todas ellas.
¿Quiénes forman el Poder ejecutivo? Hombres que proceden de la minoría privilegiada.
¿De dónde sale el personal de la magistratura? De esa misma minoría.
¿Y los jefes de toda fuerza armada? De ahí también.
¿Y los encargados de mantener las preocupaciones religiosas? Del mismo grupo. 

Luego si una parte de la sociedad es dueña de todos los medios de producción, y por ende de todos los Poderes, que ha creado para su sostén y defensa, ¿en qué situación estará con respecto a ella la otra parte, la más numerosa? Necesariamente en situación inferior, dependiendo de ella y a ella sometida. Careciendo de medios para producir (instrumentos de trabajo y materias primas) lo que a su existencia es preciso, verse obligada a ir en busca de la que los posee y ofrecerse a ella en las condiciones que quiera tomarla.
El hecho de que se rindan los que nada tienen a los que todo lo acaparan, y de que éstos lo empleen en las industrias que explotan, ¿indica que los intereses de los unos y de los otros sean armónicos? No. Lo que eso revela es la existencia de dos clases, dominadora la una, dominada la otra. Y cuando esto existe, la lucha, ya encubierta, ya declarada, pacífica o violenta, según las diversas circunstancias en que se hallen los combatientes, es inevitable, es fatal.

Tal es la situación presente en España y en todos los países donde el régimen del salario impera.
Y lo que ante ella hace el socialismo no es predicar la lucha de clases, que ya existe, y que él pretende abolir para dar a la Humanidad la armonía y la paz que todavía no ha disfrutado, sino reconocer que esa lucha existe y aconsejar a los proletarios la constitución de un partido que defienda sus intereses, opuestos totalmente a los de la clase explotadora. 

Se equivocan, pues, lastimosamente los que dicen que el socialismo predica la lucha de clases.
Esa lucha, negada por los teóricos de la burguesía, fue progresiva un tiempo, y hoy es la causa de los males que afligen a la casi totalidad de los humanos. Y por eso, el socialismo no trabaja por que prosiga, sino por que desaparezca; no predica ni puede predicar la lucha de clases; predica, sí, y la obtendrá, socializando los medios productivos, la abolición de clases.

Escritos de Pablo Iglesias



Asalto a los Cielos publicará desde hoy y de forma esporádica escritos de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, partido que emergió en 1879 como respuesta a la clase obrera ante los retos que el capitalismo industrial le imponía y la esclavitud a la que le sometía. El capitalismo ha evolucionado, pero las circunstancias que hicieron necesaria la aparición del partido obrero hoy se mantienen; la necesidad de la emancipación de la clase obrera, la abolición de las clases y de la explotación del hombre por el hombre, la propiedad social de los medios de producción, metas que a día de hoy no persigue el PSOE, siglas que han perdido su valor y han sido ultrajadas por los representantes de uno de los dos cartuchos del capitalismo, que, cobijados en unas siglas, pretenden hacer pasar la pluralidad de partidos por pluralidad de opiniones y opciones que satisfagan a todos. Pablo Iglesias, independientemente de su trayectoria posterior, fue el fundador del primer partido marxista en España. Sus escritos han sido silenciados y se encuentran bajo llave, como todos los escritos que puedan subvertir el capitalismo, siendo la censura en el capitalismo el silenciamiento de las ideas ``peligrosas´´. No hemos encontrado otros sitios en internet que pongan a disposición de los lectores estos escritos. Nuestro objetivo es abrir una vía hacia la historia, la reflexión y el debate, porque por muchos obstáculos que pongan la verdad ha de prevalecer.