"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

jueves, 16 de octubre de 2014

¿Por qué queremos socialismo? Parte II: Monopolios, dependencia, hambre y miseria.



¿Por qué queremos socialismo? 

Parte II: Monopolios, dependencia, hambre y miseria. 

Alguno podrá pensar que el capitalismo ha supuesto una mejora de las condiciones de vida generales. Ha extendido la alfabetización hasta haber erradicado el analfabetismo, ha mejorado las condiciones de higiene y de salud a través de diversos avances,  logrando con ello una sorprendente subida de la esperanza de vida, ha mejorado la alimentación cualitativa y cuantitativamente, permitiendo el acceso a grandes masas de población de más y mejores alimentos. ¿Es cierto? Sí, pero caben varias matizaciones.

1.   Un modo de producción se distingue por la clase que domina y por el nivel de perfeccionamiento de la técnica. A cada modo de producción corresponden unas mejores herramientas. Además el capitalismo se basa en la competencia de capitalistas, que necesitan de una constante inversión en tecnología para obtener un mayor beneficio y aventajar a sus competidores, es decir, invierte sus excedentes en consumo productivo. Llegado un momento, la tecnología y maquinaria es tan avanzada que los pequeños talleres no pueden competir con los grandes capitales, por lo que se produce una concentración monopolística. El desarrollo de las fuerzas productivas con el capitalismo permite una tecnología tan eficiente que no necesita de grandes esmeros, por lo que posibilita, por primera vez en la historia, que los humanos puedan dedicar su tiempo en la realización personal, en la cultura, la educación o el ocio. Sin embargo, vemos que, lejos de liberarlos de la tiranía del trabajo, los seres humanos trabajan jornadas extenuantes, cuando no pasan a formar parte del ejército industrial de reserva, y no pueden completar una formación adecuada puesto que sus exiguos salarios no se lo permiten. Es decir, el capitalismo pone las bases de la emancipación del ser humano de sus limitaciones naturales, ha pasado a dominar la naturaleza, y por el contrario, este dominio de la técnica que ha hecho posible tan alto logro, no puede ser aprovechado en favor de la humanidad, puesto que obedece a un afán de lucro. En resumen, el capitalismo ha favorecido el progreso técnico, científico y social, pero llegado un momento supone un lastre para su continuación.

2.      Las condiciones de vida puede que sean mejores en el Primer Mundo, el epicentro de la industrialización, pero resultan incontrovertiblemente inhumanas en el llamado Tercer Mundo. Se nos ha dicho que esta situación de miseria generalizada, en la que mueren 40000 millones de personas de hambre, es producto de un ‘‘subdesarrollo’’, es decir, los países afectados no han logrado el desarrollo óptimo para eliminar sus disfunciones. Pero en la Europa previa a la Industrialización no existía esta situación. Tenemos que comprender que el desarrollo mundial ha sido paralelo, interdependiente y nunca desigual. 





A finales del siglo XVIII, en Europa dominaba una economía de subsistencia. Los campesinos producían lo justo y necesario para su propio consumo, mientras que entregaban una renta en trabajo a los señores. Los señores invertían esa renta en boato como manera de ganarse el prestigio de sus semejantes. Nos encontramos en una época de apariencia. Lo importante es aparentar riqueza. Lo menos importante es aumentar esa riqueza, por lo que no hay apenas adelantos técnicos. Llegado un momento, la nobleza inglesa empieza a asumir los ideales burgueses de lucro, por lo que empezará a introducir ciertas mejoras en el campo. Esto se llamará Revolución Agraria. Estas mejoras aumentarán el rendimiento de las cosechas, haciendo innecesario el uso de buena parte de la mano de obra. Por ello, grandes masas de campesinos son expulsados a las ciudades, donde al no tener medios de producción como en el campo, donde disponían de pequeños mansos, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Empiezan a ser contratados por los artesanos, que los reúnen en sus talleres. Al tiempo, otros artesanos, al ver que son desplazados del mercado por los audaces pioneros, les empiezan a imitar. Los pioneros, al perder su ventaja respecto a los segundos, invierten en maquinaria que les proporcione mayor eficiencia y menores costes salariales, despidiendo a parte de los proletarios, en resumen, menores costes de producción con lo que pueden poner sus productos a un precio más competitivo y aumentar su cuota de mercado. Esta es la reproducción ampliada del proceso de producción, y es la que genera la Revolución Industrial. Otros industriales acabarán por introducir estas mejoras, o se verán abocados a la quiebra. Como hemos dicho, llegará un momento en el que la maquinaria sea tan compleja que solo grandes capitales podrán asumir el desembolso que supone su compra, lo que lleva a la concentración en monopolios.





Llegado un momento, no se podrá continuar con el proceso de reproducción ampliada, por lo que los monopolios se extienden más allá de sus fronteras. Es donde entra el Tercer Mundo. Tenemos que estos territorios se encuentran aún en una fase se economía de subsistencia. La Revolución Industrial ha surgido en un único foco y se ha ido extendiendo. En una primera fase, los industriales buscarán materias primas en los nuevos territorios, que luego transformarán en la metrópoli y devolverán a los países dependientes en forma de productos manufacturados. Con ello, tenemos una agricultura monocultivo, dedicada a la exportación, exportando e importando solo a un mercado. Es una economía dependiente. Esto causa que por una parte, el desarrollo de los países dependientes no se haga en vista a mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sino en pos del crecimiento de los monopolios foráneos. Se produce, pero no para cubrir la demanda interna, habiendo desabastecimiento y desnutrición.

En una segunda fase, los diferentes gobiernos nativos pondrán en marcha medidas como la sustitución de importaciones, que busca reducir estas importaciones para frenar la fuga de divisas. Se impulsará una agricultura y una industria nacional. Con ello, empresas extranjeras acabarán recabando en el país e instalando sus fábricas. Su adelantada tecnología no tiene rival, así que la burguesía nacional decide unirse a los extranjeros y haciendo suyos los intereses de estos. ¿Cuál es el atractivo de producir en un país del Tercer Mundo? Los menores costes salariales. Los obreros de estos países trabajan por sueldos ínfimos. Al mismo tiempo, los monopolistas desmantelan sus fábricas en Occidente por las mejores condiciones de trabajo resultado de las reivindicaciones obreras. Como conclusión, nos encontramos con una mayor especialización en Occidente, con mano de obra altamente cualificada, situándose en la metrópoli los empleos mejor remunerados, pero a su vez un alto desempleo, puesto que estos puestos no pueden absorber todo el mercado de trabajo, y unas condiciones laborales deplorables en el Tercer Mundo. A su vez, la producción en los países pobres se orienta hacia los monopolios, no atendiendo a las necesidades de los nativos.

¿Cuál es la solución que proponemos los comunistas ante estas cuestiones? En la contradicción fundamental del capitalismo hallamos el origen de sus defectos. La producción es social, es decir, un producto nunca va a ser nuestro del todo, necesitamos de una materia prima y unos materiales complementarios, lo realizamos en una cadena de montaje, etc. Por el contrario, el beneficio es individual. Si el producto es obra de una serie de industrias concomitantes, debe ser puesto en servicio del conjunto de la sociedad. Solo así podremos desterrar las plagas del pasado.

martes, 14 de octubre de 2014

¿Por qué queremos socialismo? Parte I




¿Por qué queremos socialismo?


Los comunistas siempre hablamos de la necesidad imperiosa de socialismo. Sin embargo, a menudo quienes nos dirigimos nos tachan de anticuados. Afirman que ha acabado la época de las revoluciones sangrientas, que la Gloriosa Revolución de Octubre se debió a un contexto de guerra y de hambre que ahora está fuera de nuestro mundo.





Pues bien, el hambre permanece. Si bien es cierto que el mundo es unipolar y que ya no alberga grandes imperios que luchen entre sí sino un solo imperio junto a pequeñas potencias que se disputan las migajas. En el llamado Primer Mundo seguimos encontrando (cada vez más) hambre, desempleo y precariedad. Los derechos conquistados son conculcados día a día. Pero es en el Tercer Mundo donde el capitalismo muestra su cara más abyecta: imágenes de niños desnutridos son habituales.





¿Cuál es la causa de esta terrible plaga? ¿Una mala gestión por culpa de sátrapas, dictadores y corruptos? ¿Falta de infraestructura fácilmente subsanable con créditos?




No podemos dividir el mundo en compartimentos estanco. La Revolución Industrial surgió en el centro y norte de Europa a finales del siglo XVIII. En una primera fase, la fabricación artesanal fue sustituida por máquinas. Como solo grandes capitales podían acceder al desembolso necesario para estos artilugios, y estos daban unos beneficios mucho mayores que los del taller individual, miles de artesanos quebraron teniendo que vender su fuerza de trabajo, así como los campesinos. Con el tiempo, la maquinaria fue perfeccionándose, estimulados por la competencia y la necesidad de obtener una ganancia extraordinaria. Al final, quienes eran capaces de modernizar sus máquinas eran los capitalistas que disponían de mayores capitales, los que podían arriesgarse más. Esto condujo a una concentración empresarial. Las pequeñas fábricas fueron absorbidas o cayeron por las crisis, originadas por la superproducción.





¿Qué es la superproducción? La superproducción es el resultado de la contradicción entre una producción cada vez más social y la propiedad privada de los medios de producción. ¿Qué significa que la producción es social? Significa que los productos, cada vez más elaborados, dependen de muchas ramas de la industria y agricultura. Como las empresas son independientes, no saben cuánta cantidad deben producir, por lo que tienden a producir más para obtener mayor beneficio y mayores mercados frente a los de sus competidores. Así, cuando pongamos un ejemplo, una empresa de fertilizantes quiebra, al haber menor oferta, otra decide subir los precios. La cooperativa o hacienda agrícola consumidora de estos fertilizantes, obtiene un menor beneficio por el alza del precio de su producto y en muchas ocasiones, al no compensar desembolso realizado, también quiebra. Es una producción cada vez más interdependiente, mientras que las empresas siguen siendo controladas por diferentes propietarios, que deben  avenirse a las leyes ciegas del mercado. 




Los capitalistas son conscientes de esta  situación de inestabilidad perpetua, por lo que se acentúa la concentración empresarial en monopolios. Un monopolio, aunque sigan existiendo empresas pequeñas, tiene mejores mecanismos para la distribución, la publicidad, el préstamo e influencia en el estado. Los monopolistas acaban siendo un poder paralelo al gubernamental, nutriéndose sus consejos de administración de políticos, ofertando el estado las mayores obras, influyendo poderosamente para la elaboración de reformas laborales, rescatando con ayuda de las arcas públicas empresas en apuros, etc.





Vemos por tanto, que las decisiones de los gobiernos están fuertemente mediatizadas por los monopolios, por tanto, no existe esa democracia de la que tanto nos hablan. Los principales partidos, apoyados por los medios de comunicación de los monopolios, apenas se distinguen unos de otros. La democracia es una de las creaciones ideológicas de la burguesía, que inculca través de diferentes canales y no permiten el cambio social.  Es lo que Marx llamó superestructura del medio de producción capitalista, o lo que Gramsci vino a denominar como ideología de la clase burguesa. Estas creencias, fuertemente arraigadas y presentadas como científicas y verdaderas, son obstáculos para el cambio social. 

Según los apologistas del capitalismo, la democracia es tal, primero por la elección democrática de representantes y segundo, por el libre mercado, que permite la movilidad social prácticamente desde la indigencia hasta la opulencia. Como hemos dicho, la democracia no es tal, al estar nuestros comportamientos condicionados por la burguesía a través de la educación, los medios de comunicación, la historia oficial y creaciones culturales como literatura, el cine y o arte. Ello hace que, aunque veamos que hay desigualdades palmarias, estas pueden ser subsanadas en el marco del capitalismo y del sistema parlamentario, porque este es la representación de la libre e igual lid (competencia) de ideologías, que basta exponerlas con claridad a las masas para que se impongan.





¿Por qué no se ha podido poner en práctica el socialismo hasta esta era histórica? Toda era histórica ha sido protagonista de desigualdades y polaridad social. Sin embargo, solo con el capitalismo se ha logrado, a partir de la revolución científico-técnica, un desarrollo de las fuerzas productivas que permita cubrir las necesidades de alimento, vestido, higiene, salud, cultura, educación y ocio. Sin embargo vemos que no es así. Por ejemplo, el capitalismo necesita del desempleo. Es el llamado ejército industrial de reserva. Para que una empresa se ponga en marcha, necesita de trabajadores disponibles.





Como hemos visto, el socialismo es necesario y estamos ante el momento histórico señalado para ponerlo en práctica. Nos falta por analizar la dicotomía existente entre países dependientes y las neo metrópolis y su desarrollo desigual.