¿Por qué queremos socialismo?
Los
comunistas siempre hablamos de la necesidad imperiosa de socialismo. Sin
embargo, a menudo quienes nos dirigimos nos tachan de anticuados.
Afirman que ha
acabado la época de las revoluciones sangrientas, que la Gloriosa
Revolución de Octubre se debió a un contexto de guerra y de hambre que
ahora está fuera de nuestro mundo.
Pues
bien, el hambre permanece. Si bien es cierto que el mundo es unipolar y
que ya no alberga grandes imperios que luchen entre sí sino un solo
imperio junto
a pequeñas potencias que se disputan las migajas. En el llamado Primer
Mundo seguimos encontrando (cada vez más) hambre, desempleo y
precariedad. Los derechos conquistados son conculcados día a día. Pero
es en el Tercer Mundo donde el capitalismo muestra su
cara más abyecta: imágenes de niños desnutridos son habituales.
¿Cuál
es la causa de esta terrible plaga? ¿Una mala gestión por culpa de
sátrapas, dictadores y corruptos? ¿Falta de infraestructura fácilmente
subsanable con
créditos?
No
podemos dividir el mundo en compartimentos estanco. La Revolución
Industrial surgió en el centro y norte de Europa a finales del siglo
XVIII. En una primera
fase, la fabricación artesanal fue sustituida por máquinas. Como solo
grandes capitales podían acceder al desembolso necesario para estos
artilugios, y estos daban unos beneficios mucho mayores que los del
taller individual, miles de artesanos quebraron teniendo
que vender su fuerza de trabajo, así como los campesinos. Con el tiempo,
la maquinaria fue perfeccionándose, estimulados por la competencia y la
necesidad de obtener una ganancia extraordinaria. Al final, quienes
eran capaces de modernizar sus máquinas eran
los capitalistas que disponían de mayores capitales, los que podían
arriesgarse más. Esto condujo a una concentración empresarial. Las
pequeñas fábricas fueron absorbidas o cayeron por las crisis, originadas
por la superproducción.
¿Qué es
la superproducción? La superproducción es el resultado de la
contradicción entre una producción cada vez más social y la propiedad
privada de los medios
de producción. ¿Qué significa que la producción es social? Significa que
los productos, cada vez más elaborados, dependen de muchas ramas de la
industria y agricultura. Como las empresas son independientes, no saben
cuánta cantidad deben producir, por lo que
tienden a producir más para obtener mayor beneficio y mayores mercados
frente a los de sus competidores. Así, cuando pongamos un ejemplo, una
empresa de fertilizantes quiebra, al haber menor oferta, otra decide
subir los precios. La cooperativa o hacienda agrícola
consumidora de estos fertilizantes, obtiene un menor beneficio por el
alza del precio de su producto y en muchas ocasiones, al no compensar
desembolso realizado, también quiebra. Es una producción cada vez más
interdependiente, mientras que las empresas siguen
siendo controladas por diferentes propietarios, que deben avenirse a las leyes ciegas del mercado.
Los capitalistas son conscientes de esta situación
de inestabilidad perpetua,
por lo que se acentúa la concentración empresarial en monopolios. Un
monopolio, aunque sigan existiendo empresas pequeñas, tiene mejores
mecanismos para la distribución, la publicidad, el préstamo e influencia
en el estado. Los monopolistas acaban siendo un
poder paralelo al gubernamental, nutriéndose sus consejos de
administración de políticos, ofertando el estado las mayores obras,
influyendo poderosamente para la elaboración de reformas laborales,
rescatando con ayuda de las arcas públicas empresas en apuros,
etc.
Vemos
por tanto, que las decisiones de los gobiernos están fuertemente
mediatizadas por los monopolios, por tanto, no existe esa democracia de
la que tanto nos
hablan. Los principales partidos, apoyados por los medios de
comunicación de los monopolios, apenas se distinguen unos de otros. La
democracia es una de las creaciones ideológicas de la burguesía, que
inculca través de diferentes canales y no permiten el cambio
social. Es
lo que Marx llamó superestructura del medio de producción capitalista, o
lo que Gramsci vino a denominar como ideología de la clase burguesa.
Estas creencias, fuertemente
arraigadas y presentadas como científicas y verdaderas, son obstáculos
para el cambio social.
Según
los apologistas del capitalismo, la democracia es tal, primero por la
elección democrática de representantes y segundo, por el libre mercado,
que permite
la movilidad social prácticamente desde la indigencia hasta la
opulencia. Como hemos dicho, la democracia no es tal, al estar nuestros
comportamientos condicionados por la burguesía a través de la educación,
los medios de comunicación, la historia oficial y
creaciones culturales como literatura, el cine y o arte. Ello hace que,
aunque veamos que hay desigualdades palmarias, estas pueden ser
subsanadas en el marco del capitalismo y del sistema parlamentario,
porque este es la representación de la libre e igual
lid (competencia) de ideologías, que basta exponerlas con claridad a las
masas para que se impongan.
¿Por
qué no se ha podido poner en práctica el socialismo hasta esta era
histórica? Toda era histórica ha sido protagonista de desigualdades y
polaridad social.
Sin embargo, solo con el capitalismo se ha logrado, a partir de la
revolución científico-técnica, un desarrollo de las fuerzas productivas
que permita cubrir las necesidades de alimento, vestido, higiene, salud,
cultura, educación y ocio. Sin embargo vemos
que no es así. Por ejemplo, el capitalismo necesita del desempleo. Es el
llamado ejército industrial de reserva. Para que una empresa se ponga
en marcha, necesita de trabajadores disponibles.
Como
hemos visto, el socialismo es necesario y estamos ante el momento
histórico señalado para ponerlo en práctica. Nos falta por analizar la
dicotomía existente
entre países dependientes y las neo metrópolis y su desarrollo desigual.
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