"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Homenaje


Puede que sea una simple coincidencia que la muerte de Fraga, responsable político de los sucesos de Vitoria de 1976 que causaron la muerte de muchos trabajadores y de la muerte de luchadores antifascistas como el comunista Julián Grimau y de Carrillo, quien desarmó ideológicamente el PCE estén sólo separadas por siete meses de diferencia. Carrillo y Fraga, quienes se profesaban un respeto y admiración personal mutua, son el símbolo de la unión de dos ideologías opuestas para la consecución de un fin superior, bueno y justo; la democratización de España.

``El soberano reina pero no gobierna´´, afirmó Carrillo en aquellos años. Es sorpresivo que después de tres décadas sin cuestionar dicho discurso el rey se reúna con mandatarios y empresarios alabando las reformas del gobierno de Rajoy, echándole una mano, como que aún conservara ese aura de intocable, de hombre íntegro y respetable que modera nuestra democracia. En ese complicado trajín de conversaciones y reuniones con hombres influyentes y destacados, el rey también ha acudido a desmentir el reportaje fotográfico que en el rotativo The New York Times  descubría la miseria y marginalidad cotidiana de este país, como si los pobres, hambrientos y harapientos fueran una vergüenza que hay que esconder. Tal es el comportamiento de nuestro jefe de estado.

Treinta años después de la transición en la actualidad hemos vivido dos reformas laborales; en 2010, que prácticamente reducía la indemnización por despido de 45 días a 33 por año trabajado y en 2012, que reduce dicha indemnización a 20 días cuando la empresa alegue pérdidas durante varios meses –pérdidas o menor ganancia-  y degrada la negociación colectiva al poder el patrón descolgarse de dicho convenio aduciendo nuevamente causas económicas. Hemos asistido al aumento de la edad de jubilación de 65 a 67 años; a la devaluación de la educación pública – aumento de tasas universitarias, del ratio de alumnos por profesor en escuelas, de la sanidad pública – cierre de hospitales en Cataluña coincidiendo con festividades, privatización de la gestión de hospitales en Comunidad Valenciana- , aumento de impuestos indirectos como el IVA en 2009 y 2012, de las tarifas de la luz y el gas, etc. En definitiva, esa constitución, que aseguraría la ``protección social, económica y jurídica de la familia’’  (art. 39) promovería “las condiciones favorables para el progreso social y económico´´ (art 40), que mantendría ``un régimen público de seguridad social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestación sociales suficientes ante situaciones de necesidad´´ (art 41), que “reconoce el derecho a la protección de la salud´´ (art. 43) entre muchas otras promesas, hoy cada vez más lejanas de su cumplimiento, fueron sólo melifluas palabras susurradas al oído del cautivado ciudadano europeo moderno, cosmopolita, instruido en los nobles ideales de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, en el enciclopedismo, la ilustración que invita a saber, al escepticismo, la crítica, el saber positivista y no producto de la fe ciega, que no obstante está tan monitorizado, tan absorto en su sueño de libertad y democracia,  que no puede desenmarañar los tejidos que le mantienen siervo de ese ideal imbuido, inoculado por la burguesía.

Mientras el gobierno del ``popular´´ Rajoy (subrayo popular, pues aquí también todo es ilusión, las palabras degeneran y engañan) gasta el dinero del contribuyente en alegres francachelas aéreas de mil euros, en dispendiosos y fútiles protocolos, visitas y encuentros, roban, expolian y corrompen, aceptan dádivas a cambio de exiguos trajes, viven a todo tren, aprueban sus ominosas leyes con nocturnidad y alevosía, desprecian, rugen y aprietan los dientes mientras el pueblo, al que acusan de asaltar la democracia, su democracia inamovible salvo por ellos mismos,  se agita con gemido estentóreo, gemido que causa la criminalización y procesamiento penal.

Esta es la democracia que nos han legado los prohombres sabios, los santos a los que hay que dedicar salmos y hagiografías, Fraga y Carrillo, y otros tantos franquistas trasnochados, y otros tantos idealistas renegados. Mi homenaje a ellos.


domingo, 27 de mayo de 2012

Sobre el materialismo dialectico y el materialismo historico de Stalin (fragmento)


b La primera característica de la producción es que jamás se estanca en un punto durante un largo período, sino que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad de que estos cambios ocurridos en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e instituciones políticas, provocan la reorganización de todo el sistema social y político. En las diversas fases de desarrollo, el hombre emplea diversos modos de producción o, para decirlo en términos más vulgares, mantiene distinto género de vida. Bajo el régimen del comunismo primitivo, el modo de producción empleado es distinto que bajo la esclavitud, bajo el régimen de la esclavitud es distinto que bajo el feudalismo, etc. Y, en consonancia con esto, varían también el régimen social de los hombres, su vida espiritual, sus concepciones, sus instituciones políticas.
Según sea el modo de producción existente en una sociedad, así es también, fundamentalmente, esta misma sociedad y así son sus ideas y sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas.
O, para decirlo en términos más vulgares, según vive el hombre, así piensa.
Esto significa que la historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción entre los hombres.
Esto quiere decir que la historia del desarrollo social es, al mismo tiempo, la historia de los propios productores de bienes materiales, la historia de las masas trabajadoras, que son las fuerzas fundamentales del proceso de producción y las que llevan a cabo la producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de la sociedad.
Esto quiere decir que la ciencia histórica, si pretende ser una verdadera ciencia, no debe seguir reduciendo la historia del desarrollo social a los actos de los reyes y de los caudillos militares, a los actos de los "conquistadores" y "avasalladores" de Estados, sino que debe ocuparse ante todo de la historia de los productores de los bienes materiales, de la historia de las masas trabajadoras, de la historia de los pueblos.
Esto quiere decir que la clave para el estudio de las leyes de la historia de la sociedad no hay que buscarla en las cabezas de los hombres, en las ideas y concepciones de la sociedad, sino en el modo de producción aplicado por la sociedad en cada uno de sus períodos históricos, es decir, en la economía de la sociedad.
Esto quiere decir que la tarea primordial de la ciencia histórica es el estudio y el descubrimiento de las leyes de la producción, de las leyes del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad.
Esto quiere decir que el Partido del proletariado, para ser un verdadero partido, debe, ante todo, conocer las leyes del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la sociedad.
Esto quiere decir que en politica, para no equivocarse, el Partido del proletariado debe, ante todo, tanto en lo que se refiere a la formación de su programa como en lo que atañe a su actuación práctica, arrancar de las leyes del desarrollo de la producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

c La segunda catacterística de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas, y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción. Las fuerzas productivas son, por tanto, el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción. Al principio, cambian y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad y luego, en dependencia con estos cambios y en consonancia con ellos, cambian las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. Sin embargo, esto no quiere decir que las relaciones de producción no influyan sobre el desarrollo de las fuerzas productivas y que éstas no dependan de aquéllas. Las relaciones de producción, aunque su desarrollo dependa del de las fuerzas productivas, actúan a su vez sobre el desarrollo de éstas, acelerándolo o amortiguándolo. A este propósito conviene advertir que las relaciones de producción no pueden quedarse por un tiempo demasiado largo rezagadas de las fuerzas productivas al crecer éstas, ni hallarse en contradicción con ellas, ya que las fuerzas productivas sólo pueden desarrollarse plenamente cuando las relaciones de producción están en armonía con el carácter y el estado de progreso de dichas fuerzas productivas y dan curso libre al desarrollo de éstas. Por eso, por muy rezagadas que las relaciones de producción se queden con respecto al desarrollo de las fuerzas productivas, tienen necesariamente que ponerse y se ponen realmente -- más tarde o más temprano -- en armonía con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y con el carácter de éstas. En otro caso, nos encontraríamos ante una ruptura radical de la unidad entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción dentro del sistema de ésta, ante un desconyuntamiento de la producción en bloque, ante una crisis de producción, ante la destrucción de las fuerzas productivas.
Un ejemplo de desarmonía entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, un ejemplo de conflicto entre ambos factores, lo tenemos en las crisis económicas de los países capitalistas, donde la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción está en violenta discordancia con el carácter social del proceso de producción, con el carácter de las fuerzas productivas. Resultado de esta discordancia son las crisis económicas, que conducen a la destrucción de las fuerzas productivas; y esta discordancia constituye, de por sí, la base economica de la revolución social, cuya misión consiste en destruir las relaciones de producción existentes y crear otras nuevas, que correspondan al carácter de las fuerzas productivas.

Por el contrario, el ejemp]o de una armonía completa entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas nos lo ofrece la economía socialista de la U.R.S.S., donde la propiedad social sobre los medios de producción concuerda plenamente con el carácter social del proceso de la producción y donde, por tanto, no existen crisis económicas, ni se producen casos de destrucción de las fuerzas productivas.
Por consiguiente, las fuerzas productivas no son solamente el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción, sino que son, además, el elemento determinante de su desarrollo.
Según sean las fuerzas productivas, así tienen que ser también las relaciones de producción.
Si el estado de las fuerzas productivas responde a la pregunta de con qué instrumentos de producción crean los hombres los bienes materiales que les son necesarios, el estado de las relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están los medios de producción (la tierra, los bosques, las aguas, el subsuelo, las materias primas, las herramientas y los edificios dedicados a la producción, las vías y medios de comunicación, etc.), a disposición de quién se hallan los medios de producción: a disposición de toda la sociedad, o a disposición de determinados individuos, grupos o clases que los emplean para explotar a otros individuos, grupos o clases?
He aquí un cuadro esquemático del desarrollo de las fuerzas productivas desde los tiempos primitivos hasta nuestros días. De las herramientas de piedra sin pulimentar se pasa al arco y a la flecha y, en relación con esto, de la caza como sistema de vida a la domesticación de animales y a la ganadería primitiva; de las herramientas de piedra se pasa a las herramientas de metal (al hacha de hierro, al arado con reja de hierro, etc.) y, en consonancia con esto, al cultivo de las plantas y a la agricultura; viene luego el mejoramiento progresivo de las herramientas metálicas para la elaboración de materiales, se pasa a la fragua de fuelle y a la alfarería y, en consonancia con esto, se desarrollan los oficios artesanos, se desglosan estos oficios de la agricultura, se desarrolla la producción independiente de los artesanos y, más tarde, la manufactura; de los instrumentos artesanos de producción se pasa a la máquina, y la producción artesana y manufacturera se transforma en la industria mecánica, y, por último, se pasa al sistema de máquinas, y aparece la gran industria mecánica moderna: tal es, en líneas generales y no completas, ni mucho menos, el cuadro del desarrollo de las fuerzas productivas sociales a lo largo de la historia de la humanidad. Además, como es lógico, el desarrollo y perfeccionamiento de los instrumentos de producción corren a cargo de hombres relacionados con la producción y no se realizan con independencia de éstos; por tanto, a la par con los cambios y el desarrollo de los instrumentos de producción, cambian y se desarrollan también los hombres, como el elemento más importante que son de las fuerzas productivas, cambian y se desarrollan su experiencia en punto a la producción, sus hábitos de trabajo y su habilidad para el empleo de los instrumentos de producción.
En consonancia con los cambios y el desarrollo experimentados por las fuerzas productivas de la sociedad en el curso de la historia, cambian también y se desarrollan las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas.
La historia conoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo.
Bajo el régimen del comunismo primitivo, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Esto, en sustancia, corresponde al carácter de las fuerzas productivas durante este período. Las herramientas de piedra y el arco y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces. Si no querían morir de hambre, ser devorados por las fieras o sucumbir a manos de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar en común, y así era como recogían los frutos en el bosque, como organizaban la pesca, como construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la propiedad en común sobre los instrumentos de producción, al igual que sobre los productos. Aún no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de defensa contra las bestias feroces No existía aún explotación, no existían clases.
Bajo el régimen de la esclavitud, la base de las relaciones de producción es la propiedad del esclavista sobre los medios de producción, así como también sobre los mismos productores, los esclavos, a quienes el esclavista podía vender, comprar y matar, como ganado. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este período. Ahora, en vez de herramientas de piedra, el hombre dispone ya de herramientas de metal. En vez de aquella mísera economía primitiva basada en la caza y que no conocía ni la ganadería ni la agricultura, aparecen la ganadería, la agricultura, los oficios artesanos y la división del trabajo entre estas diversas ramas de producción; aparecen la posibilidad de efectuar un intercambio de productos entre los distintos individuos y las distintas sociedades y la posibilidad de acumular riquezas en manos de unas cuantas personas; se produce, en efecto, una acumulación de medios de producción en manos de una minoría y surge la posibilidad de que esta minoría sojuzgue a la mayoría y convierta a sus componentes en esclavos. Ya no existe el trabajo libre y en común de todos los miembros de la sociedad dentro del proceso de la producción, sino que impera el trabajo forzado de los esclavos, explotados por los esclavistas, que no trabajan. No existen tampoco, por tanto, propiedad social sobre los medios de producción, ni sobre los productos. La propiedad social es sustituida por la propiedad privada. El esclavista es el primero y fundamental propietario con plenitud de derechos.
Ricos y pobres, explotadores y explotados, hombres con plenitud de derechos y hombres privados totalmente de derechos; una furiosa lucha de clases entre unos y otros: tal es el cuadro que presenta el régimen de la esclavitud.
Bajo el régimen feudal, la base de las relaciones de producción es la propiedad del señor feudal sobre los medios de producción y su propiedad parcial sobre los productores, sobre los siervos, a quienes ya no puede matar, pero a quienes sí puede comprar y vender. A la par con la propiedad feudal existe la propiedad individual del campesino y del artesano sobre los instrumentos de producción y sobre su economía privada, basada en el trabajo personal. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este período. El perfeccionamiento progresivo de la fundición y elaboración del hierro, la difusión del arado de hierro y del telar, los progresos de la agricultura, de la horticultura, de la vinicultura y de la fabricación del aceite, la aparición de las primeras manufacturas junto a los talleres de los artesanos: tales son los rasgos característicos del estado de las fuerzas productivas durante este período.
Las nuevas fuerzas productivas exigen que se deje al trabajador cierta iniciativa en la producción, que sienta cierta inclinación al trabajo y se halle interesado en él. Por eso, el señor feudal prescinde de los esclavos, que no sienten ningún interés por su trabajo ni ponen en él la menor iniciativa y prefiere entendérselas con los siervos, que tienen su propia economía y sus herramientas propias y se hallan interesados por el trabajo en cierto grado, en la medida necesaria para trabajar la tierra y pagar al señor en especie, con una parte de la cosecha.
Durante este período, la propiedad privada hace nuevos progresos. La explotación sigue siendo casi tan rapaz como bajo la esclavitud, aunque un poco suavizada. La lucha de clases entre los explotadores y los explotados es el rasgo fundamental del feudalismo.
Bajo el régimen capitalis¿a, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores, obreros asalariados, a quienes el capitalista no puede matar ni vender, pues se hallan exentos de los vínculos de sujeción personal, pero que carecen de medios de producción, por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista y a doblar la cerviz al yugo de la explotación. A la par con la propiedad capitalista sobre los medios de producción, existe y se halla en los primeros tiempos muy generalizada la propiedad privada del campesino y del artesano, libres de la servidumbre, sobre sus medios de producción, propiedad privada que está basada en el trabajo personal. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas dotadas de maquinaria. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen las grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola.
Las nuevas fuerzas productivas exigen trabajadores más cultos y más despiertos que los siervos, mantenidos en el embrutecimiento y en la ignorancia: trabajadores capaces de entender y manejar las máquinas. Por eso, los capitalistas prefieren tratar con obreros asalariados, libres de las cadenas de la servidumbre y lo suficientemente cultos para saber manejar la maquinaria.
Pero, después de desarrollar las fuerzas productivas en proporciones gigantescas, el capitalismo se enreda en contradicciones insolubles para él. Al producir cada vez más mercancías y hacer bajar cada vez más sus precios, el capitalismo agudiza la competencia, arruina a una masa de pequeños y rnedianos propietarios, los convierte en proletarios y rebaja su poder adquisitivo, con lo cual se hace imposible la venta de las mercancías producidas. Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas industriales a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base, ya que el carácter social del proceso de producción reclama la propiedad social sobre los medios de producción, mientras que la propiedad sobre los medios de producción sigue siendo una propiedad privada capítalista, incompatible con el carácter social que el proceso de producción presenta.
Estas contradicciones irreductibles entre el carácter de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas, y en que millones de seres se ven condenados al paro forzoso y al hambre, no porque escaseen las mercancías, sino por todo lo contrario: por haberse producido en exceso.
Esto quiere decir que las relaciones capitalistas de producción ya no están en consonancia con el estado de las fuerzas productivas de la sociedad, sino que se hallan en irreductible contradicción con ellas.
Esto quiere decir que el capitalismo lleva en su entraña la revolución, una revolución que está llamada a suplantar la actual propiedad capitalista sobre los medios de producción por la propiedad socialista.
Esto quiere decir que el rasgo fundamental del régimen capitalista es la más encarnizada lucha de clases entre explotadores y explotados.
Bajo el régimen socialista, que hasta hoy sólo es una realidad en la U.R.S.S., la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Aquí, ya no hay explotadores ni explotados. Los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, según el principio de "el que no trabaja, no come". Las relaciones mutuas entre los hombres dentro del proceso de producción tienen el carácter de relaciones de colaboración fraternal y de mutua ayuda socialista entre trabajadores libres de toda explotación. Las relaciones de producción se hallan en plena consonancia con el estado de las fuerzas productivas, pues el carácter social del proceso de producción es fortificado por la propiedad social sobre los medios de producción.

Por eso la producción socialista de la U.R.S.S. no conoce las crisis periódicas de  superproducción ni los absurdos que éstas acarrean.     
Por eso, en la U.R.S.S., las fuerzas productivas se desarrollan con ritmo acelerado, ya que las relaciones de producción, al hallarse en consonancia con dichas fuerzas productivas, abren amplio cauce a este desarrollo.

domingo, 29 de abril de 2012

EL SOCIALISMO COMO NECESIDAD HISTÓRICA y orientación sobre sus formas político económicas.


ECONOMÍA: EL SOCIALISMO SOVIÉTICO

El capitalismo se ha mostrado sobradamente inoperante. En la actual crisis económica sería un embuste seguir defendiendo un modelo obsoleto y destructivo. El capitalismo nunca podrá asegurar el reparto equitativo de los bienes, ni el bienestar social ni tan siquiera la alimentación de las gentes. Es un modelo tan hipertrofiado y destartalado que resulta imposible corregir o arreglar.
¿Cuál es el origen de la actual situación? En el capitalismo domina la anarquía de la producción. Los capitalistas producen mercancías sin tener en cuenta que sean servicios o que sean útiles a la sociedad, habiendo en ocasiones déficit de bienes de primera necesidad. Sólo atienden a un criterio: la rentabilidad. En su afán de conseguir mayores beneficios producen compulsivamente, compitiendo con otras empresas por el dominio del sector. Para ello utilizan diversas tretas, como el alza de los precios. El alza de los precios hace menos accesible el producto a las masas. Por este u otros motivos la excesiva producción hace que dicha mercancía sea repudiada, la demanda decrezca y se entre en una crisis de superproducción. Al no poder amortizar el precio de la producción la empresa entra en crisis, teniendo que disminuir la producción o despidiendo a sus trabajadores. Estas crisis sólo se solucionan con la destrucción de parte de la producción y de empresas, con lo que desaparecen las más pequeñas y se acentúa la concentración monopolística. El paro también es una lacra común en las sociedades capitalistas. Las empresas siempre van a medir la necesidad de trabajadores del modo que pierdan menos en su contratación. Van a emplear el menor número posible de trabajadores y a los que empleen los tendrán en condiciones ímprobas. Esta es la superpoblación relativa, es decir, habrá una sobrepoblación en relación al volumen de mano de obra que una empresa necesite para sus propios fines, el máximo beneficio. Por ello siempre en una sociedad capitalista habrá paro forzoso crónico, puesto que la necesidad de mano de obra concierne a cada empresa.
Estas siempre serán condiciones inherentes al capitalismo, por mucha regulación, condiciones de contratación y de despido, convenios, etc.
En contra de lo que hace el capitalismo, el socialismo se basa en la planificación, es decir, la producción coordinada que elimina la anarquía de la producción y evita las crisis periódicas. El volumen de mano de obra no se mide según la rentabilidad o la eficiencia sino según las necesidades sociales y el bienestar. En el socialismo no hay un ejército industrial de reserva. Tampoco hay especulación financiera que deriva en el alza de precios, la inflación y la crisis. Los precios los regula el estado, no se trafica con ellos, no se hacen más privativos los servicios.
El socialismo es una necesidad histórica, también con la pervivencia de la naturaleza, puesto que la producción acelerada remite en la destrucción del medio ambiente.  Decrecimiento y planificación deben ser los criterios que guíen la economía, al contrario que los conceptos atávicos y egocéntricos de la competitividad, que llevan a la ruina moral y a la cosificación del igual.
¿Cuál es entonces el problema del socialismo en su aplicación? En el socialismo real hemos asistido a la rápida asimilación de modos de vida capitalistas, al enriquecimiento, etc. Los jerarcas de los antiguos países socialistas algunos de ellos pertenecían al partido o eran jefes de fábrica. El problema es que las fábricas actuaban como empresas capitalistas estatalizadas, cuando el socialismo tiene que ser una preparación para el comunismo, tienen que cambiarse las superestructuras. Una empresa debe estar socializada y organizarse democráticamente y horizontalmente. El conjunto de los trabajadores de una empresa es el sóviet, que se organizan según el Gósplan.

POLÍTICA: LA DEMOCRACIA POPULAR

Según los apologetas del liberalismo, desde la revolución francesa nos hallamos en una democracia. Democracia, palabra compuesta del griego, que significa literalmente ‘’gobierno del pueblo’’.  Así de cínicos se muestran al decir que el pueblo gobierna.
En una democracia representativa, el órgano de poder máximo es la asamblea representativa. Los procuradores votan y mandan ejecutar las leyes. El pueblo no vota las leyes, no las redacta. Se limita a votar cada cierto número de años la composición del parlamento. Bueno, ni tan siquiera. Vota a diferentes partidos (de los que no vota su programa). La composición se forma dentro del partido. El parlamento vota al presidente del gobierno (no el pueblo) y el presidente forma su gobierno según su propio criterio. A partir de ahí el presidente gobierna con mano de hierro durante los años que dure su legislatura, imponiendo su postura a su equipo de gobierno, a su partido, al parlamento y al pueblo entero. El parlamento ni siquiera actúa como censor de sus leyes, puesto que la mayoría gobernante forma parte del partido del presidente. El pueblo ni siquiera vota al partido, puesto que la mitad de la población puede oponerse a la elección del presidente. La mitad de la población desaprueba a su máximo gobernante puesto que puede salir elegido gracias a los trapicheos de los delegados, coaliciones, favores a los intereses partidistas, etc. En el período que gobierna no lo hace para el pueblo, sino respecto a sus intereses de partido, de clase. Por representar la asamblea ni representa, sino que los políticos son profesionales, pertenecen a otra casta, están divorciados del pueblo. No hay asalariados en sus filas, trabajadores de un sector, etc, por lo que no pueden representar una realidad que no conocen. Esta democracia es una impostura. Incluso el pueblo puede ser desfavorable en cierto momento al presidente, pero este no puede ser revocable, por lo que está gobernando contra la mayoría.
La democracia en el estado capitalista burgués es sólo un embuste que sirve para apuntalar el orden de explotación vigente.
La solución sería conjugar la democracia representativa, participativa con la directa. Esta no es una democracia representativa, sustitutiva del pueblo, sino directa, el pueblo ejerce su propia 
 representación.





 POLÍTICA EXTERIOR: EL NEUTRALISMO ACTIVO.
Estamos asistiendo a una época de reinado absolutista de las potencias imperialistas capitaneadas por EEUU y la Unión Europea. Estos quitan y ponen gobiernos, a través de golpes de estado, encubiertos (sustitución del presidente de Grecia Papandreu por mandato divino de la Unión Europea) o manifiesto, a través de incitación a la rebelión, de la facilitación de armamento o de la invasión. Por supuesto estos ‘’reemplazos’’ se hacen con la excusa de la ‘’democratización’’ La democracia sólo puede estar ajustada a sus cánones, la representatividad y el partidismo convirtiendo esta idea en un absoluto, en una imposición, un dogma. La insubordinación a este arbitraje internacional, a esta intromisión en la soberanía a través de la existencia de la OTAN, UE o FMI ya es todo un desafío y motivo de amonestación. Un país soberano que aspire a la independencia debe desligarse del yugo de estos organismos coercitivos. La revolución socialista debe ir precedida por la lucha de liberación nacional, y un país socialista debe apoyar esta lucha, aunque sea la lucha de la burguesía patriota contra la burguesía vendida. Se debe luchar por la democratización de los organismos internacionales, la supresión del Consejo de Seguridad de la ONU que es utilizado como maniobra para realizar intervenciones imperialistas y genocidas, la refundación del Movimiento de Países no Alineados a partir de los cinco criterios de integración, la salida de las bases militares extranjeras dentro de un país, etc. Asimismo la retirada inmediata de alianzas capitalistas neoliberales como la UE y la creación o participación en organizaciones basadas en el internacionalismo y la solidaridad como el ALBA. 

IDEOLOGÍA: EL MARXISMO LENINISMO

El estado que proponemos no es un estado sincrético, ecléctico o transversal. No proponemos tampoco una revisión del marxismo leninismo, sino una actualización a la realidad actual. En ningún caso dicho estado debe convertir su revolución en exportable a otros países. Cada país, cada pueblo debe adaptar la revolución a su realidad y a su contexto. Tampoco se debe imponer la aculturación, la asimilación cultural e ideológica, sino la coexistencia entre naciones y la solidaridad internacionalista con estados independientes, sean o no socialistas, si combaten contra el imperialismo.
Dicho esto reconocemos la existencia del partido de vanguardia proletaria, no partido en el sentido electoralista. La organización de dicho partido en torno al centralismo democrático y reconocemos el estado como una dictadura del proletariado, dictadura de las clases trabajadoras sobre la burguesía y de la teoría de la lucha de clases como ley natural de la historia y mecanismo de progreso de la sociedad.

APUNTES SOBRE EL FIN DEL "SOCIALISMO REAL" Y CONCLUSIONES PARA EL FUTURO(2/2)

a) Agentes externos:


El imperialismo como hemos dicho actúa con odio voraz. Puede ser a través de invasiones, o de financiar golpes de estado. Pero es común que con el pretexto de la ''democratización'' de un país ponga a la opinión pública a su favor a la hora de usar organismos internacionales para condenar dichos paises. El embargo comercial es otro medio muy usual. El estado sanciona a empresas nacionales por proveer de recursos o créditos a cierto país, o incluso amenaza a empresas de otros países presentes en su territorio de sancionarlas, de cerrarlas su mercado si negocian con él. Esa empresa, lógicamente, pues se guía por el timón de la rentabilidad, elegirá al país con mayores posibilidades mercantiles. No hace falta decir que hablamos de Cuba. El bloqueo comercial provoca un impacto económico arrollador. Sin embargo, cuando se habla de la crisis económica que padece, la responsabilidad recae en el sistema económico.


b) Agentes internos:

Precisamente la ''caída'' de el bloque oriental ha sido por estos agentes. Desde el seno del PCUS se acometieron reformas que introducían el capitalismo. Casi una década antes, China con Deng Xiaoping hacía lo propio. En la mayoría de países, la propia jerarquía del partido se hacía partícipe de la contrarrevolución. ¿Por qué un partido que se supone debe asegurar la pervivencia del socialismo lo destruye? Muy sencillo, porque el partido y el pueblo se disocian. Se necesita una dirección centralizada de la economía. La economía planificada es el sistema más racional y consecuente. Se adelanta a los cambios demográficos, a las tendencias de consumo, a las necesidades cambiantes. Por eso es fácil asegurar el empleo. Simplemente si la producción en un sector deja de producir dividendos, se reubica al trabajador a otro. Para ello es necesario a. la correcta instrucción del obrero b. Garantizar la igualdad de los salarios, para que ninguno sea desmerecedor c.Por el mismo motivo, garantizar la correcta equipación con maquinaria, la justa para hacer el trabajo más llevadero. En el capitalismo el uso de maquinaria es excesivo. No se busca la comodidad del obrero, sino el menos gasto para el patrón. Mas me dejaré de circunloquios e iré al grano. La centralización de la economía es necesaria, y esta la debe asumir el partido en perfecta consonancia con el pueblo, organizado en sóviets. El pueblo debe tener una organización propia independiente. De este modo ya no sólo hablamos de estado socialista. Hablamos de un estado obrero. Al mismo tiempo los miembros del partido deben mantener las mismas condiciones de vida que el pueblo. La burocracia es una fente de capitalismo, de burguesía en potencia.

Pero no es burguesía en acto, pues los medios de producción los posee el pueblo a través de la dirección consciente del partido y del estado. Mas el pueblo debe poseer los medios de producción directamente con el aliento del partido vinculado a él. El partido subsume a los sóviets y los sóviets subsumen al partido como dos organizaciones paralelas.

-Organización del partido como agente de la contrarrevolución: Deben tomarse medidas para que el partido se depure con asiduidad de elementos contrarrevolucionarios. Unir la unidad de voluntad con la lealtad a las ideas comunistas. El líder del partido debe rendir cuentas a las bases, a los cuadros. El líder del partido es revocable, y asimismo la expulsión de miembros potencialmente peligrosos debe estar normalizada. El partido debe ser una unidad, una organización draconiana y a la vez democrática. 

-Existencia de pequeña propiedad privada como agente de la contrarrevolución. Hemos hablado de la planificación económica. La planificación debe abarcar todas las partes de la producción. Como hemos dicho el capitalismo se adelanta, en cualquier ejercicio de economía privada, domina el ''laissez faire''. El desempleo, la precariedad, aparecen ahí, contaminando toda la economía. Lo que es peor. La propiedad o arrendamiento de pequeños negocios crea desigualdades. Crea una pequeña burguesía que al tiempo irá acaparando más parcelas de poder. Crea beneficiados y perjudicados por los negocios. Crea las mismas bases del capitalismo. Este es un camino difícil de revertir si la táctica se convierte en estrategia y el pueblo no tiene su órgano, que debe ser además, el arbitrador del sistema, el sóviet. La propiedad de los grandes centros de producción aún es del estado, aún hablamos de socialismo, pero si no contamos con los organismos mentados, sólo queda un oneroso esfuerzo para restaurar la integridad del socialismo.

El avance del fascismo en tiempos de crisis


Vivimos en unos tiempos muy agitados y convulsos. Las formas sociales y políticas que conocemos van cambiando a una velocidad apresurada. Es ineludible el preguntarse si dentro de treinta o cincuenta años, cuando las formas que ahora se perfilan estén consolidadas, cómo verán los estudiosos de historia el proceso que se está gestado. Hay muchas similitudes, y muchos que dice que estamos pasando a una especie de fascismo. Sin embargo para ser rigurosos, científicos, ello sería errar en algunos puntos. Las condiciones no eran las mismas en los años veinte del pasado siglo, ni la concienciación social. No digo que no nos aproximemos a un sistema riguroso y opresivo, pero no exactamente a un fascismo.

Hacia los años treinta del siglo veinte, el mundo vivía la gran depresión. Grandes masas de trabajadores se hallaban sin empleo, en el llamado ejército industrial de reserva. El auge del marxismo causaba terror entre la clase empresarial, consciente de que los éxitos de la joven Unión Soviética, cuya economía crecía vertiginosamente durante los años de mayor padecimiento en el mundo occidental, pudiera animar a un proletariado leído y concienciado. Surgieron por ello varias propuestas para atajar el descrédito que sufría el capitalismo sin mellar sus bases; una de ellas fue la que aplicó Roosvelt en Estados Unidos, el New Deal, que destinó gran cantidad de recursos en obras públicas para combatir el desempleo, al tiempo que intervenía en la economía y dictaba leyes que protegían la libertad de sindicación y huelga, como la Ley nacional de relaciones laborales de 1935. Todo ello dio un alivio al sistema que hacía algunas concesiones al combativo proletariado dando una imagen además de relajación y humanización.  Por algo se dice ‘’los derechos no se regalan, se conquistan’’. 

Otra vertiente de esta renovación del capitalismo fue el llamado fascismo. El fascismo revestía su iconografía de símbolos tradicionales de la izquierda: el rojo y el negro (nazismo), el mono azul del obrero (falangismo). Además su ideología estaba tapizada con un cierto cariz obrerista: Sindicato Vertical en España, que agrupaba a obreros y empresarios en pos de la paz social en una suerte de corporativismo gremial, crítica del nazismo al capitalismo liberal representado por la figura del banquero judío, que concentraba el odio y la aversión hacia los judíos y no hacia la clase capitalista, etc.  

Se puede decir que el fascismo era obrerista en su cobertura, integrador de la clase obrera en sus ideas, puesto que toda la sociedad debía colaborar a favor de un objetivo común, la grandeza de la patria, de la que participaban todos orgullosos de su lugar como piezas distintas en un engranaje. Por supuesto con este embozo el capitalismo no se veía obstaculizado y continuaba la acumulación de plusvalía.
En la actualidad tenemos una crisis, como la de 1929, pero como ya he dicho la sociedad es distinta. Vivimos en un mundo unipolar en el que la forma de ejecutar las políticas económicas es la misma en todos los países. No hay alternativa ni modelos que puedan resultar atractivos a los trabajadores. 

Denostado el comunismo, el socialismo real, a través de una campaña de difamación y tergiversación de la historia, no hay espejo ideológico en el que verse reflejado. Por tanto no hay necesidad de incluir a la clase obrera, de darle comodidades para paliar su decreciente situación.  La televisión, potente sedante, se encarga de sugerir al sujeto del siglo XXI qué debe anhelar y qué necesita. El nuevo sistema, nada ajeno al capitalismo, no es obrerista como el fascismo, sino que vilipendia, responsabiliza al obrero, le hace permanecer cabizbajo con un sentimiento de vergonzosa culpa para seguir fustigándole por sus pecados, le hace creer que ha cometido un desfalco estos pasados años al mejorar su condición de vida y hacerla más desahogada.

No vemos en la burguesía ni sus portavoces más que alocuciones a favor del ahorro, del sacrificio necesario, del dispendio realizado en momentos anteriores. Estos gestores aseveran que se ha vivido por encima de las posibilidades que correspondían. Como un niño que ha roto un jarrón, ahora le incumbe al adulto engomar todos los fragmentos rotos y amonestar a su subordinado.

Por ello digo que no vivimos en un fascismo a la manera de hace un siglo. Aunque su objetivo es el mismo, perpetuar el capitalismo, no lo son sus formas ni la sociedad que lo da a luz. Mientras que el fascismo lustraba su avasallamiento con los cálidos barnices del populismo, el capitalismo globalizado descarga sus culpas hacia una clase obrera inmóvil.