"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

lunes, 7 de marzo de 2016

Nazismo, colonialismo y capitalismo

''El sentido del saludo de Hitler''


Entre la historiografía académica se acepta por lo menos desde la caída del Bloque Socialista, que el nazismo y el comunismo son dos caras de una misma moneda: el totalitarismo. Pretendemos desmontar esta identificación y además, encontramos que el nazismo tiene muchas más equivalencias con el capitalismo.

Contexto histórico


El nazismo, por ser una ideología de masas, corporativa, unipartidista y ultranacionalista, además de conformar junto a la Italia de Mussolini lo que se llamó el Eje durante la Segunda Guerra Mundial, también se considera fascismo, usándose como términos intercambiables. Sus objetivos son los mismos, además de la alianza que formaron. Igualmente numerosos países adoptaron formas de gobierno parecidas. Aunque el nazismo es hermano del fascismo, no vamos a hablar de este último, sino únicamente del nacionalsocialismo alemán.

 La Primera Guerra Mundial estalló con el fin de reajustar el imperio colonial europeo. Con el fin de fomentar el mercado propio frente a la competencia extranjera, los países adoptaron políticas mercantilistas, subiendo los aranceles desincentivando la importación o subvencionando la industria nacional. Lo negativo de esto fue que todos los países adoptaron las mismas políticas, con lo que si bien no había competencia dentro de las fronteras, tampoco se daba salida a los productos. Por ello, durante el siglo XIX se produjo una frenética carrera por colonizar el continente africano, donde por una parte conseguir materias primas de forma barata y por otra dar salida a las manufacturas. Como vemos, los estados actuaron de ejército personal de las empresas, multiplicando sus beneficios a sangre y fuego.

En este contexto, los estados iniciaron una carrera armamentística para asegurar sus flamantes posesiones de las potencias contrincantes o de las revueltas indígenas. También es el siglo XIX el del capitalismo triunfante tras el ciclo de revoluciones atlánticas que culminó en 1848. La ideología liberal terminó de definirse, e intentó justificarse acudiendo a los recientes descubrimientos científicos, ya que el paradigma era la ciencia incuestionable, que sustituyó al dogma religioso. La ciencia iluminaba (el Siglo de las Luces). Así, se extrapoló la teoría de la selección natural de Darwin al ámbito social, en una pseudociencia denominada darwinismo social y que aún goza de predicamento (quien triunfa es el más válido).

Otra pseudociencia que a la postre se demostró falsa fue el maltusianismo, que afirmaba que mientras que la población crece, las fuentes de aprovisionamiento son limitadas, y que a medida que avance la superpoblación va a ser imposible alimentar a la población creciente. Estas teorías sirvieron de cobertura al incipiente colonialismo. El neodarwinismo creyó verse ratificado por el dominio del hombre blanco, cuyas sociedades, armas, y tecnología era mucho más sofisticada. Por otra parte la única salida satisfactoria a los problemas de superpoblación era la construcción de un imperio colonial al que derivar a buena parte de los ciudadanos.

Ahora vayamos a dos conceptos del nazismo similares al maltusianismo y al darwinismo social: Lebensraum y Untermensch. Lebensraum es el «espacio vital» que necesitaba Alemania para abastecer a su población masificada. Untermensch significa literalmente «subhumano». Los nazis atribuían a ciertas razas unas características que las convertían en inferiores al resto de humanos, y por tanto, necesariamente su fin debía ser estar sometidas por la raza suprema, cuando no ser aniquiladas. Esto no deja de ser una reformulación del darwinismo social, que no es más que la coartada cientificista del capitalismo para sublimar el ideal de competencia.

Se puede decir entonces que el colonialismo es la apropiación de tierras y recursos de una nación cuyo sojuzgamiento se legitima por su inferioridad. Pero los nazis no practicaron un colonialismo al uso, sino que su objetivo era establecerse en el este de Europa, a costa de Polonia y la Unión Soviética.

«La política exterior del Estado Racista tiene que asegurarle a la raza que constituye los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una relación natural, vital y sana entre la densidad y el aumento de la población por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita por otro.   
[…]
Nosotros, los Nacionalsocialistas, hemos puesto deliberadamente punto final a la orientación de la política exterior alemana de la anteguerra; ahora comenzamos allí donde hace seis siglos nos quedamos detenidos. Terminemos con el eterno éxodo germánico hacia el Sur y el Oeste de Europa y dirijamos la mirada hacia las tierras del Este. Cerremos al fin la era de la política colonial y comercial de la anteguerra y pasemos a orientar la política territorial alemana del porvenir. Cuando hoy hablamos en Europa de "nuestro suelo", pensamos en primer lugar solamente en Rusia y los Estados adyacentes que le son subordinados. El destino mismo parece querer mostrarnos el derrotero. El haber abandonado a Rusia en manos del bolchevismo, despojó al pueblo ruso de aquella clase pensante que hasta entonces había creado y garantizado su existencia como Estado. La organización de un Estado ruso no fue el resultado de la capacidad política del eslavismo en Rusia, sino un maravilloso ejemplo de eficacia, como creadores, de los elementos germánicos directores de una raza inferior»

Como vemos en este fragmento de Mi lucha, Hitler defendía las caducas tesis malthusianas, que no es menester aquí refutar. El pueblo alemán debe imponerse sobre el eslavo, inferior, ya que es natural y deseable la supremacía de los mejores. Esto no es muy distinto de los argumentos que el colonialismo en África ofrecía. Además resulta irrisorio leer este fragmento y ver el preocupante auge del nazismo en países eslavos. Sin duda, los neonazis de estos países habrían acabado en Auschwitz.




 El Tercer Reich, paraíso del patrón alemán. 


11 de noviembre de 1918, Alemania firma el armisticio que se convertirá en la firma del Tratado de Versalles en 1919. Las condiciones de paz son inasumibles para Alemania. Alemania perdió el 13% de su territorio, tuvo que reconocerse autor moral de la conflagración mundial y pagar indemnizaciones astronómicas. El orgullo nacional, exaltado desde la unificación, quedaba gravemente herido. Los alemanes culpaban a quienes les habían conducido al cataclismo, la burguesía insaciable. Se produjeron rebeliones de corte socialista, como el Levantamiento Espartaquista y la Revolución Soviética en Baviera. Para colmo, la Gran Depresión dejó a 4 millones de personas desempleadas.

Ante el peligro de las fuerzas «disolventes» (el Partido Comunista Alemán era uno de los más poderosos de Europa) el nazismo enarboló de nuevo la apolillada bandera del nacionalismo, y excitó al pueblo alemán contra el «judaísmo internacional», una indeterminada conspiración mundial en la que incluía al capitalismo y al comunismo y que servía como chivo expiatorio para desviar el descontento obrero. El nazismo es corporativo, todas las clases deben colaborar para devolver la gloria a Alemania y contribuir logrando un objetivo común, al engrandecimiento de la patria.

«La institución sindicalista dentro del Nacionalsocialismo no es un órgano de lucha
de clases, sino un portavoz de representación profesional. El Estado Nacionalsocialista no distingue "clases" y conoce, en el sentido político, únicamente ciudadanos con derechos absolutamente iguales y, consiguientemente, con deberes generales también iguales; y, junto al ciudadano, el súbdito que carece por entero de derechos políticos.»

En este contexto, es normal que los empresarios respirasen aliviados, cuando los obreros dejaban de soñar con aquellas quimeras y se contentaban con su exiguo salario, pues no había clases, todos eran ciudadanos de la raza llamada a someter al mundo a sus designios. Este último fragmento, ¿no recuerda a los llamados a la paz social, de los que desprestigian a quienes no optan por el «consenso» y el «sentido de estado»?

El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia. Tal país contaba en 1933 con 3 millones de judíos, Polonia se había destacado durante siglos por su generosidad acogiendo judíos expulsados de distintos países o víctimas de persecuciones y pogromos. Polonia era el país que más judíos albergaba. Finalizada la guerra, apenas quedaban 45000. En julio de 1941 se inició la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética que era el objetivo primigenio de la guerra desde que Hitler plasmara su ambición de anexarla en Mi Lucha en 1925.

Hitler se encontró con millones de personas, eslavos y judíos, a los cuales consideraba infrahumanos, a quienes recluyó en guetos y en campos de exterminio, trabajando en condiciones de esclavitud para empresas alemanas, que instalaron sus fábricas anejas a los campos. Tal es el caso de la química IG Farben y la armamentística Krupp en Auschwitz.


Esto decía el superviviente del Holocausto Eugen Kogon.

Muchos eran los hombres de negocios que tenían relaciones de proveedores con la SS de los Lager, los industriales que solicitaban mano de obra de trabajadores–esclavos a las oficinas administrativas y económicas de la SS, y los empleados de las oficinas de empleo que [...] estaban al corriente del hecho de que muchas grandes sociedades explotaban mano de obra esclava.

martes, 17 de noviembre de 2015

Pacifismo y radicalismo.

Las condiciones objetivas de la revolución han llegado a su punto más alto en muchos años, con los patrones aumentando su tasa de explotación a través del incremento de la plusvalía absoluta y relativa. Como consecuencia, la precariedad y el desempleo han llegado a unos niveles intolerables para la clase obrera. Por el contrario, vuelven a sonar cantos de moderación y templanza además de las consabidas peticiones de mayores esfuerzos que emiten los representantes de la burguesía.

Pareciera como si reclamar unos derechos anteriormente inalienables fuera caer en el radicalismo más abyecto y quienes pedimos que se llenen las calles fuésemos unos incendiarios que perturbamos la paz social, tan deseada como difícil de lograr. Es común en España  que se narre la Transición como una gesta, el fin de enfrentamientos seculares entre las «dos Españas», que parecían irreconciliables pero que gracias a la responsabilidad de hombres de gabinete (nunca de las masas) pudieron converger en la consecución del bien común, abandonando la lid y abrazando la concordia.



Esto no es más que una fábula, una parte del discurso hegemónico que nos reprende por querer conquistar nuestros derechos. Bien es sabido que durante la historia las clases poseedoras solo han cedido privilegios cuando han visto peligrar su posición preeminente.

Como dice Althusser en este texto, el capitalismo debe asegurar la reproducción de las condiciones de explotación para su supervivencia, y esto solo lo puede hacer inculcando un discurso favorable a sus intereses, volviendo inocua a la clase obrera.

«Empero, no basta con asegurar a la fuerza de trabajo las condiciones materiales de su reproducción para que se reproduzca como tal. Dijimos que la fuerza de trabajo disponible debe ser “competente”, es decir apta para ser utilizada en el complejo sistema del proceso de producción. El desarrollo de las fuerzas productivas y el tipo de unidad históricamente constitutivo de esas fuerzas productivas en un momento dado determinan que la fuerza de trabajo debe ser (diversamente) calificada y por lo tanto reproducida como tal. Diversamente, o sea según las exigencias de la división social-técnica del trabajo, en sus distintos “puestos” y “empleos”.

Ahora bien, ¿cómo se asegura esta reproducción de la calificación (diversificada) de la fuerza de trabajo en el régimen capitalista? Contrariamente a lo que sucedía en las formaciones sociales esclavistas y serviles, esta reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo tiende (se trata de una ley tendencial) a asegurarse no ya “en el lugar de trabajo” (aprendizaje en la producción misma), sino, cada vez más, fuera de la producción, por medio del sistema educativo capitalista y de otras instancias e instituciones.

¿Qué se aprende en la escuela? Es posible llegar hasta un punto más o menos avanzado de los estudios, pero de todas maneras se aprende a leer, escribir y contar, o sea algunas técnicas, y también otras cosas, incluso elementos (que pueden ser rudimentarios o por el contrario profundizados) de “cultura científica” o “literaria” utilizables directamente en los distintos puestos de la producción (una instrucción para los obreros, una para los técnicos, una tercera para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.). Se aprenden “habilidades” (savoir-faire).
Pero al mismo tiempo, y junto con esas técnicas y conocimientos, en la escuela se aprenden las “reglas” del buen uso, es decir de las conveniencias que debe observar todo agente de la división del trabajo, según el puesto que está “destinado” a ocupar: reglas de moral y de conciencia cívica y profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social-técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende también a “hablar bien el idioma”, a “redactar” bien, lo que de hecho significa (para los futuros capitalistas y sus servidores) saber “dar órdenes”, es decir (solución ideal), “saber dirigirse” a los obreros, etcétera.
Enunciando este hecho en un lenguaje más científico, diremos que la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir una reproducción de su sumisión a la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión, a fin de que aseguren también “por la palabra” el predominio de la clase dominante.»

Añado por último que esta diferenciación en la calificación puede ser comprobada fácilmente. Los precios de las matrículas universitarias son cada vez más excluyentes. ¿Por qué la educación superior es menos importante que la básica y media cuando nos abre innumerables opciones de prosperar y nos aporta conocimientos especializados de organización? Es obvio que las clases acaudaladas quieren reservar para sus hijos estos espacios.

Religión y estado.

¿Cuál es el origen de la religión?



En las primeras sociedades cazadoras recolectoras, se efectuaban rituales propiciatorios con el fin de atraer la caza. De aquí surgen las pinturas rupestres que representan animales que formaban parte de la dieta, normalmente asaetados o junto a manos plasmadas para «aprehenderlos».

Con la invención de la agricultura, otros rituales vienen a sustituir a estos con idéntica finalidad: propiciar la benevolencia de las fuerzas insondables de la naturaleza, deificadas puesto que se desconocen sus mecanismos, para que den buenas cosechas, para que no  vengan inundaciones o granizo que malogren la cosecha, para apartar la sequía…Algo parecido son las rogativas durante la Edad Media, procesiones en las que se hace desfilar a la efigie de la advocación con el fin de que desaparezca la sequía.

Hablamos de que la religión surgió con una finalidad, apartar la torva sombra del hambre, siempre acechante en las economías de subsistencia en que bastaba una mala cosecha para provocar el ciclo hambre-epidemias-muerte. Es decir, tanto la necesidad de conseguir sustento, como la ignorancia, favorecen la aparición de este fenómeno.

Un fragmento de «Principios elementales de filosofía» ya citado anteriormente, puede ser bastante ilustrativo a este respecto.

«Sabiendo, como lo demuestra la teoría materialista, que las ideas son el reflejo de las cosas, que es nuestro ser social el que determina la conciencia, diremos, pues, que la, superestructura es el reflejo de la infraestructura. He aquí un ejemplo de Engels, que lo demuestra bien:

«C. Marx, prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política.
La fe calvinista convenía a los representantes más audaces de la burguesía de la época. Su doctrina de la predestinación era la expresión religiosa del hecho de que. en el mundo comercial de la competencia, el éxito o el fracaso no dependen de la actividad o de la habilidad de un hombre, sino de circunstancias sobre las cuales él nada puede. No se trata de su voluntad o de su acción, sino de la “gracia” de potencias económicas superiores y desconocidas, y esto era especialmente cierto en una época de revolución económica, en que todas las viejas rutas comerciales y todos los viejos centros del comercio eran reemplazados por nuevas rutas y nuevos centros, en que la India y América se abrían al mundo y en que los artículos de fe económica más sagrados -el valor del oro y de la plata- comenzaban a tambaleaar y a desplomarse.
En efecto, ¿qué ocurre en la vida económica para los comerciantes? Están en competencia. Los comerciantes, los burgueses, han hecho su experiencia de esta competencia en la que hay vencedores y vencidos. Muy a menudo los más listos, los más inteligentes, son vencidos por la competencia, por una crisis que sobreviene y los abate. Esta crisis es para ellos una cosa imprevisible, les parece una fatalidad y esta idea de que sin razón plausible los menos astutos sobreviven a veces a la crisis, es la que ha sido incorporada a la religión protestante. La comprobación de que algunos triunfan por suerte, proporciona esta idea de la predestinación según la cual los hombres deben sufrir una suerte fijada eternamente por Dios. Vemos en este ejemplo de reflejo de las condiciones económicas de qué modo la superestructura es el reflejo de la infraestructura.»

Es decir, las condiciones materiales determinan el pensamiento. En este caso tenemos una sociedad en la que la ignorancia y el temor perenne al hambre hacen que el hombre se encomiende a fuerzas superiores para alejar la amenaza.

Las condiciones materiales actuales son opuestas: la ciencia ha definido como algo cognoscible lo que antes era oscuro. Además, el progreso científico técnico ha hecho que todas nuestras necesidades puedan ser cubiertas y que podamos dominar la naturaleza. Existe un ingente excedente que nos protege de las calamidades.

Si es así, ¿por qué sigue existiendo la religión?

En el calcolítico se produce la llamada Revolución de los Productos secundarios: hay una serie de mejoras en el utillaje además de que se aprovechan los animales no solo para la consumición de carne, sino también para productos lácteos. Como resultado, aumenta la producción de alimentos, lo que permite una expansión demográfica. Con la expansión, se necesita ampliar el espacio para satisfacer la demanda de comida de una población creciente, lo que provoca choques con poblaciones vecinas. Además, se hacen necesarias obras comunitarias, como murallas para hacer frente a estos enfrentamientos, regadío para cubrir las necesidades de avituallamiento cada vez mayores del grupo, etc. Como resultado también del impulso a la producción, se hace innecesario que cada célula de la sociedad (familia) se dedique a todas las actividades, es decir agricultura, artesanía, elaboración de tejidos para el vestido, fabricación de útiles… El modo doméstico de producción es sustituido por la especialización. Además hace falta un especialista que organice estas obras comunitarias, que ponga en común a la mano de obra necesaria y les indique el trabajo a realizar.

¿Quién es requerido para llevar a cabo esta tarea de organización? Alguien carismático en quien la comunidad pueda confiar. Este personaje muchas veces es el sacerdote, aquel que domina los arcanos que permiten mediar entre la comunidad y la divinidad para procurarle bienestar. Es ésta la primera justificación ideológica del estado. El entronizado se impone (el sumo sacerdote, máximo representante de la clase sacerdotal) sobre el resto de clases que permanecen subyugadas. El estado aparece como una herramienta de sumisión de una o varias clases por otra o en alianza con otras.

En la Roma imperial el emperador era un dios, casi siempre emparentado con dioses como Venus (diosa de la fertilidad) o Marte (dios de la guerra) ¿Quién podría discutir el poder a una divinidad, algo que además de ser imposible por su poder sobrehumano levantaría la ira de todo el panteón, tan necesario para procurar el sustento? Lo mismo pasa en Egipto, donde el faraón es la reencarnación de un dios y en la civilización maya, en la cual los reyes se practican deformaciones craneanas, mutilaciones dentales e incrustaciones de jade en los dientes para subrayar su carácter no humano.
La religión es en las sociedades antiguas prácticamente el único aparato ideológico, una muleta imprescindible del estado que mantiene a la clase oprimida alejada de la lucha por el poder.

Con el cristianismo se produce un cambio. Su auge coincide con guerras civiles que hacen que aumente el presupuesto militar. Se requiere pagar a los soldados cada vez más por lo que se devalúa la moneda. El imperio pide mayores impuestos, muchas veces inasumibles, con lo que hay una serie de consecuencias como la reaparición de la economía natural, la emigración al campo poniéndose bajo la protección de señores… A todo esto se unen las invasiones bárbaras con la interrupción de los circuitos comerciales y el desabastecimiento. La sociedad antigua se trastoca, la religión civil no da respuesta a los nuevos desafíos, los dioses parecen haber abandonado a los hombres. La vida es sumamente ingrata, y las religiones mistéricas se hacen muy atractivas. Estas religiones buscan la respuesta en una vida más allá de la muerte.

Si esta vida es insatisfactoria, puede que la otra no lo sea. La dirigencia elabora una respuesta. La figura divina del emperador se pone en entredicho. Ya no hay motivo para no combatirle. Si el emperador no puede convencer de su origen divino, sí puede decir que Dios ha delegado su poder en él, que es el  lugarteniente de Dios. A partir de ahora el rey es uncido por Dios, por lo que cuestionar su poder equivale a desobedecer a Dios, lo que lleva a la condenación.

En esto que llegamos al final del Antiguo Régimen. La burguesía quiere sustituir a la nobleza por sí misma, a fin de lo cual desmonta la tramoya, desarma ideológicamente a la clase dirigente.
A continuación insertaré un fragmento de «Ideologías y aparatos ideológicos del estado» de Althusser muy elocuente.

«Ahora bien, en las formaciones sociales del modo de producción “servil” (comunmente llamado feudal) comprobamos que, aunque existe (no sólo a partir de la monarquía absoluta sino desde los primeros estados antiguos conocidos) un aparato represivo de Estado único, formalmente muy parecido al que nosotros conocemos, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado es menor y su individualidad diferente. Comprobamos, por ejemplo, que la Iglesia (aparato ideológico de Estado religioso) en la Edad Media acumulaba numerosas funciones (en especial las escolares y culturales) hoy atribuidas a muchos aparatos ideológicos de Estado diferentes, nuevos con respecto al que evocamos. Junto a la Iglesia existía el aparato ideológico de Estado familiar, que cumplía un considerable rol, no comparable con el que cumple en las formaciones sociales capitalistas. A pesar de las apariencias, la iglesia y la familia no eran los únicos aparatos ideológicos de Estado. Existía también un aparato ideológicos de Estado político (los Estados Generales, el Parlamento, las distintas facciones y ligas políticas, antecesoras de los partidos políticos modernos, y todo el sistema político de comunas libres, luego de las ciudades). Existía asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado “pre-sindical”, si podemos arriesgar esta expresión forzosamente anacrónica (las poderosas cofradías de comerciantes, de banqueros, y también las asociaciones de compagnons*, etcétera). Las ediciones y la información también tuvieron un innegable desarrollo, así como los espectáculos, al comienzo partes integrantes de la iglesia y luego cada vez más independientes de ella.
Ahora bien, es absolutamente evidente que en el período histórico pre-capitalista que acabamos de examinar a grandes rasgos, existía un aparato ideológico de Estado dominante, la Iglesia, que concentraba no sólo las funciones religiosas sino también las escolares y buena parte de las funciones de información y “cultura”. Si toda la lucha ideológica del siglo XVI al XVII, desde la primera ruptura de la Reforma, se concentró en la lucha anticlerical y antirreligiosa, ello no sucedió por azar sino a causa de la posición dominante del aparato ideológico de Estado religioso. La revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado Nº 1, la Iglesia. De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la Iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.»

Ahora bien, si la burguesía tenía excusa para desalojar del poder a la nobleza, carecía aún de justificación para detentarlo. Así inventó el Contrato Social y la meritocracia: el estado es necesario porque su ausencia llevaría al caos y el poder solo puede ser ejercido por los más capacitados. Eso sí, escamotea que los más capacitados son los que se pueden permitir la adquisición de las competencias necesarias para administrar el estado, es decir, ellos mismos.

Pero el lector objetará que si el progreso científico hace que nos podamos explicar el mundo sin recurrir a la religión y si esta ya no es necesaria para sustentar ideológicamente el poder, debería haber desaparecido. Y esto es porque aunque el fundamento del poder ya no sea teológico, la religión sigue cumpliendo una función como aparato ideológico de estado.

La religión dice que todas nuestras tribulaciones pueden ser conjuradas en una vida posterior a la muerte, lo que es un desincentivo para la revolución. Nos dice que debemos obedecer al poder «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Nos dice que los usureros serán castigados porque «es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios», nos dice que no debemos dejarnos vencer por nuestras aflicciones porque en definitiva un mundo mejor nos está esperando, y no solo los problemas sociales tienen su origen en la propiedad privada, sino también la marginación derivada del individualismo.




Los obreros no recurriremos a la religión tras la conquista del estado, porque no tendremos ninguna clase a la que oprimir y engañar para conservar el poder, por lo que, desaparecida la base material de su existencia, que es la ignorancia y el sostén del poder, esta acabará dejando de existir. 

viernes, 13 de marzo de 2015

Sobre la falacia del egoismo humano.

Sobre el artículo anterior, ''tópicos del capitalismo acerca de sí mismo'', querría hacer una consideración más acerca del argumento ''el hombre es egoísta por naturaleza. Este concepto, como ya hemos dicho ideológico, no es más que una falacia argumental fácilmente desmontable, concretamente una generalización apresurada. 

Es decir, tomamos algunos ejemplos aislados para teorizar sobre el supuesto egoísmo del hombre. De esta misma manera errada podríamos concluir que el hombre es generoso por naturaleza, pues hay ejemplos igualmente plausibles de esto. 

domingo, 8 de marzo de 2015

Tópicos del capitalismo sobre sí mismo.

TÓPICOS DEL CAPITALISMO SOBRE SÍ MISMO 

En el siguiente artículo vamos a intentar desmontar algunos tópicos acerca del capitalismo según los 
cuales es el mejor modo de producción posible.

1- El capitalismo es el sistema que más se adapta a la naturaleza humana. Según esto, habría una naturaleza humana, que se caracteriza por el individualismo, la competencia, la búsqueda del renombre y prestigio personal y del enriquecimiento. Esta justificación es completamente metafísica, puesto que no ve el cambio continuo, sino únicamente las permanencias. Vemos que todos los medios de producción tienen dos ramas: la infraestructura y la superestructura. La infraestructura consta de las fuerzas productivas y los medios de producción. La superestructura es la ideología que envuelve al modo de producción y que se encuentra en la educación, medios de comunicación, religión, cultura, comportamientos, etc. Pero no es la superestructura la que define a un medio de producción, sino el medio de producción el que engendra su superestructura, o dicho de otro modo, el pensamiento está determinado por las condiciones materiales de existencia. 

Veamos un ejemplo en la obra «Principios elementales de filosofía» de Georges Politzer
.
«La fe calvinista convenía a los representantes más audaces de la burguesía de la época. Su doctrina de la predestinación era la expresión religiosa del hecho de que en el mundo comercial de la competencia, el éxito o el fracaso no dependen de la actividad o de la habilidad de un hombre, sino de circunstancias sobre las cuales él nada puede. No se trata de su voluntad o de su acción, sino de la “gracia” de potencias económicas superiores y desconocidas, y esto era especialmente cierto en una época de revolución económica, en que todas las viejas rutas comerciales y todos los viejos centros del comercio eran reemplazados por nuevas rutas y nuevos centros, en que la India y América se abrían al mundo y en que los artículos de fe económica más sagrados -el valor del oro y de la plata- comenzaban a tambalear y a desplomarse.
En efecto, ¿qué ocurre en la vida económica para los comerciantes? Están en competencia. Los comerciantes, los burgueses, han hecho su experiencia de esta competencia en la que hay vencedores y vencidos. Muy a menudo los más listos, los más inteligentes, son vencidos por la competencia, por una crisis que sobreviene y los abate. Esta crisis es para ellos una cosa imprevisible, les parece una fatalidad y esta idea de que sin razón plausible los menos astutos sobreviven a veces a la crisis, es la que ha sido incorporada a la religión protestante. La comprobación de que algunos triunfan por suerte, proporciona esta idea de la predestinación según la cual los hombres deben sufrir una suerte fijada eternamente por Dios. Vemos en este ejemplo de reflejo de las condiciones económicas de qué modo la superestructura es el reflejo de la infraestructura.»

En resumen, no hay una naturaleza humana. Toda la superestructura es reflejo de la infraestructura, nuestras acciones están definidas por el sistema en el que nos desenvolvemos. Otro ejemplo sería la cosmovisión en la Edad Media. En esta época, se decía que el orden social jerárquico compuesto por bellatores (aristocracia), oratores (clero) y laboratores (campesinos) era el orden deseado por Dios. Es decir, igual que según nuestra cosmovisión actual el sistema capitalista es el que mejor se ajusta al orden natural, en la Edad Media era el feudalismo el que respondía a la ley divina. Si en el feudalismo atentar contra ese orden jerárquico era atentar contra Dios, en el capitalismo atentar contra la democracia burguesa es atentar contra nuestra condición natural. Es una justificación teológica (feudalismo) frente a una justificación cientificista (capitalismo), pero ambas responden a unos intereses de clase concretos.

2- El capitalismo es el sistema que mejor permite autorrealizarse al individuo. Aquí hay dos errores de base. A menudo se utiliza el argumento de la valoración del individuo para negar al socialismo. El individuo es anulado en el socialismo, obligado a trabajar para la comunidad sin pensar en sus ambiciones. Volvemos a confundir ideología con naturaleza. La mentalidad individualista es propia del capitalismo, no es consustancial al ser humano.

Lo segundo es que esto no es cierto. El capitalismo frecuentemente obliga a trabajar a los obreros en jornadas extenuantes, no pudiendo conjugar la vida laboral con la vida personal, el ocio y el enriquecimiento cultural. Además le obliga a estar sometido a una perpetua incertidumbre sobre su futuro, sin saber si lo que gana le será suficiente para jubilarse, o si no será despedido. Todo lo que el individuo desee es secundario, puesto que lo principal es asegurarle una subsistencia, tarea no siempre fácil.

Como nos dice Marta Harnecker, la técnica ha permitido un desarrollo sobrado de las fuerzas productivas a tal punto que podríamos tener una vida tranquila y ociosa, pero la misma propiedad privada de los medios de producción es un obstáculo.

«A medida que las fuerzas productivas se desarrollan, el hombre se libera más y más de la tiranía de las fuerzas de la naturaleza. Va conociendo su ambiente natural y logra ir cambiándolo de acuerdo a sus necesidades. Así comienzan los avances de la ciencia y la técnica, que podrían convertir al hombre en amo y señor de la naturaleza y del universo.
Pero el hombre paga un precio elevado por esta primera emancipación. El paso de una sociedad primitiva de autosubsistencia a una sociedad en donde existe excedente significa, a la vez, pasar de una sociedad unida armónicamente a una sociedad dividida en clases. A medida que el hombre se libera de la tiranía de las fuerzas de la naturaleza, cae más y más, bajo la tiranía de las fuerzas sociales que no controla: la tiranía directa de otros hombres, como ocurre en la esclavitud y la servidumbre, o la tiranía oculta bajo la apariencia de libertad y democracia en el sistema capitalista.»

3- El capitalismo provee de libertad económica. El estatismo atenta contra esa libertad. Aquí también hay dos errores. El primero es identificar propiedad privada de los medios de producción con libertad. Al ser privadas y haber economía de mercado, en un afán por imponerse a sus competidores, las empresas intentarán reducir costes y aumentar los beneficios, por lo que los precios se vuelven arbitrarios, muchas veces prohibitivos, por lo que las necesidades del individuo no están cubiertas. Normalmente se dice, y con razón, que un pobre nunca es libre. Está esclavizado por el hambre, que le lleva a malvenderse, a aceptar salarios de miseria.

Otro error es pensar que existe eso llamado libre competencia, es decir, todos partimos de la línea de salida en el juego de mercado y todos podemos llegar a la meta primeros en igualdad de oportunidades. Harnecker también nos habla de esto.

«Ya hemos visto cómo el desarrollo capitalista se produce por el ansia de los capitalistas de ganar siempre más. Esto se logra tratando de explotar al máximo a los trabajadores y tratando de abaratar los costos de producción a través de la modernización de las empresas. Ello permite a los capitalistas que logran cumplir estos objetivos vender en mejores condiciones que los demás. La competencia capitalista va eliminando así, poco a poco, a los capitalistas que van quedando rezagados, y las empresas con una mayor capacidad productiva van apoderándose de todo el mercado. Por esta razón, y porque cada vez se necesitan capitales mayores para poder instalar las empresas de alto nivel tecnológico, el capital va convergiendo cada vez en menos manos. Este proceso de concentración creciente del capital cada vez en menos manos es lo que se llamó CENTRALIZACIÓN DEL CAPITAL.»

Es decir, que la concentración de capital hace que sea imposible partir con igualdad de condiciones en la creación de una empresa. Además, estos monopolios actúan arbitrariamente sobre precios y salarios al eliminarse la competencia.

4- El capitalismo es el único sistema que ha respetado la democracia. La metafísica burguesa divide los conceptos en compartimentos estanco. Así existe la «democracia» y la «dictadura». Pero lo cierto es que como nos enseñó Marx, la historia es la historia de la lucha de clases antagónicas y el estado es una herramienta de dominación de una clase sobre otra. En medios académicos está aceptado que el Imperio Romano representaba los intereses de la aristocracia esclavista y que las monarquías medievales hacían lo propio con la nobleza rentista. Es decir, en el caso de Roma, el imperio sería la democracia de los esclavistas y en la monarquía medieval la democracia de los señores. Pero de repente llegan las revoluciones liberales y la historiografía nos dice que se consagra la democracia interclasista. Es decir, que un vagabundo tiene el mismo poder que un directivo de una multinacional. De repente el estado ya no sirve para apuntalar a una clase, sino para unir armónicamente a todo el entramado social. Esto es grotescamente falso. Seguimos comprobando diariamente cómo los ricos influyen sobre las decisiones políticas. La lucha de clases continúa y la democracia es una democracia de la burguesía y dictadura para el proletariado.

De nuevo veamos un ejemplo a través de Politzer.

«Para tomar un ejemplo más actual, volveremos al de los impuestos. Todos tenemos una idea sobre los impuestos. Los ricos quieren librarse de los gravámenes y son partidarios de los impuestos indirectos; los trabajadores y las clases medias quieren, por el contrario, que los impuestos fiscales sean directos y progresivos. De este modo, pues, la idea que tenemos con respecto a los impuestos, y que es un factor ideológico, tiene su origen en la situación económica en que nos hallamos, y que es creada, impuesta por el capitalismo. Los ricos quieren conservar sus privilegios y luchan para conservar la actual característica del sistema impositivo o para reforzar las leyes en el mismo sentido. Ahora bien: estas leyes, que proceden de las ideas, reaccionan sobre la economía, porque matan al pequeño comercio y al artesanado y precipitan la concentración capitalista.»

5- El capitalismo es el sistema bajo el que se produce con una productividad mayor. Los economistas burgueses nos dicen que la prosperidad se mide por la productividad. Así, da igual que se produzcan aparatos inservibles mientras las necesidades básicas no quedan cubiertas o se degrade el medio ambiente en medio de una carrera por obtener el máximo beneficio. La no planificación y el crecimiento descontrolado provocan crisis de superproducción y paro.

Esto nos explica el Diccionario de Economía Política de la URSS.

«En su afán de ganancias, los capitalistas procuran ampliar sin límites la producción, lanzan al mercado una cantidad de artículos cada vez mayor. Al mismo tiempo, elevan el grado de explotación de los trabajadores y reducen su nivel de vida. Ello hace que la demanda solvente de la población empiece a rezagarse de las posibilidades de producción, lo cual conduce, inevitablemente, a que surjan dificultades para realizar las mercancías producidas en las empresas capitalistas. Las mercancías no se venden, las empresas no pueden reponer sus gastos, se encuentran imposibilitadas de continuar producción. En consecuencia, se altera el proceso de producción en las empresas, en la correspondiente rama y en toda la economía de la sociedad capitalista.»

BIBLIOGRAFÍA
Harnecker, Marta. Monopolios y miseria
Harnecker, Marta. Capitalismo y socialismo.
Politzer, Georges. Principios elementales de filosofía.
Borísov, Zhamin y Makárova. Diccionario de economía política. 

jueves, 16 de octubre de 2014

¿Por qué queremos socialismo? Parte II: Monopolios, dependencia, hambre y miseria.



¿Por qué queremos socialismo? 

Parte II: Monopolios, dependencia, hambre y miseria. 

Alguno podrá pensar que el capitalismo ha supuesto una mejora de las condiciones de vida generales. Ha extendido la alfabetización hasta haber erradicado el analfabetismo, ha mejorado las condiciones de higiene y de salud a través de diversos avances,  logrando con ello una sorprendente subida de la esperanza de vida, ha mejorado la alimentación cualitativa y cuantitativamente, permitiendo el acceso a grandes masas de población de más y mejores alimentos. ¿Es cierto? Sí, pero caben varias matizaciones.

1.   Un modo de producción se distingue por la clase que domina y por el nivel de perfeccionamiento de la técnica. A cada modo de producción corresponden unas mejores herramientas. Además el capitalismo se basa en la competencia de capitalistas, que necesitan de una constante inversión en tecnología para obtener un mayor beneficio y aventajar a sus competidores, es decir, invierte sus excedentes en consumo productivo. Llegado un momento, la tecnología y maquinaria es tan avanzada que los pequeños talleres no pueden competir con los grandes capitales, por lo que se produce una concentración monopolística. El desarrollo de las fuerzas productivas con el capitalismo permite una tecnología tan eficiente que no necesita de grandes esmeros, por lo que posibilita, por primera vez en la historia, que los humanos puedan dedicar su tiempo en la realización personal, en la cultura, la educación o el ocio. Sin embargo, vemos que, lejos de liberarlos de la tiranía del trabajo, los seres humanos trabajan jornadas extenuantes, cuando no pasan a formar parte del ejército industrial de reserva, y no pueden completar una formación adecuada puesto que sus exiguos salarios no se lo permiten. Es decir, el capitalismo pone las bases de la emancipación del ser humano de sus limitaciones naturales, ha pasado a dominar la naturaleza, y por el contrario, este dominio de la técnica que ha hecho posible tan alto logro, no puede ser aprovechado en favor de la humanidad, puesto que obedece a un afán de lucro. En resumen, el capitalismo ha favorecido el progreso técnico, científico y social, pero llegado un momento supone un lastre para su continuación.

2.      Las condiciones de vida puede que sean mejores en el Primer Mundo, el epicentro de la industrialización, pero resultan incontrovertiblemente inhumanas en el llamado Tercer Mundo. Se nos ha dicho que esta situación de miseria generalizada, en la que mueren 40000 millones de personas de hambre, es producto de un ‘‘subdesarrollo’’, es decir, los países afectados no han logrado el desarrollo óptimo para eliminar sus disfunciones. Pero en la Europa previa a la Industrialización no existía esta situación. Tenemos que comprender que el desarrollo mundial ha sido paralelo, interdependiente y nunca desigual. 





A finales del siglo XVIII, en Europa dominaba una economía de subsistencia. Los campesinos producían lo justo y necesario para su propio consumo, mientras que entregaban una renta en trabajo a los señores. Los señores invertían esa renta en boato como manera de ganarse el prestigio de sus semejantes. Nos encontramos en una época de apariencia. Lo importante es aparentar riqueza. Lo menos importante es aumentar esa riqueza, por lo que no hay apenas adelantos técnicos. Llegado un momento, la nobleza inglesa empieza a asumir los ideales burgueses de lucro, por lo que empezará a introducir ciertas mejoras en el campo. Esto se llamará Revolución Agraria. Estas mejoras aumentarán el rendimiento de las cosechas, haciendo innecesario el uso de buena parte de la mano de obra. Por ello, grandes masas de campesinos son expulsados a las ciudades, donde al no tener medios de producción como en el campo, donde disponían de pequeños mansos, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Empiezan a ser contratados por los artesanos, que los reúnen en sus talleres. Al tiempo, otros artesanos, al ver que son desplazados del mercado por los audaces pioneros, les empiezan a imitar. Los pioneros, al perder su ventaja respecto a los segundos, invierten en maquinaria que les proporcione mayor eficiencia y menores costes salariales, despidiendo a parte de los proletarios, en resumen, menores costes de producción con lo que pueden poner sus productos a un precio más competitivo y aumentar su cuota de mercado. Esta es la reproducción ampliada del proceso de producción, y es la que genera la Revolución Industrial. Otros industriales acabarán por introducir estas mejoras, o se verán abocados a la quiebra. Como hemos dicho, llegará un momento en el que la maquinaria sea tan compleja que solo grandes capitales podrán asumir el desembolso que supone su compra, lo que lleva a la concentración en monopolios.





Llegado un momento, no se podrá continuar con el proceso de reproducción ampliada, por lo que los monopolios se extienden más allá de sus fronteras. Es donde entra el Tercer Mundo. Tenemos que estos territorios se encuentran aún en una fase se economía de subsistencia. La Revolución Industrial ha surgido en un único foco y se ha ido extendiendo. En una primera fase, los industriales buscarán materias primas en los nuevos territorios, que luego transformarán en la metrópoli y devolverán a los países dependientes en forma de productos manufacturados. Con ello, tenemos una agricultura monocultivo, dedicada a la exportación, exportando e importando solo a un mercado. Es una economía dependiente. Esto causa que por una parte, el desarrollo de los países dependientes no se haga en vista a mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sino en pos del crecimiento de los monopolios foráneos. Se produce, pero no para cubrir la demanda interna, habiendo desabastecimiento y desnutrición.

En una segunda fase, los diferentes gobiernos nativos pondrán en marcha medidas como la sustitución de importaciones, que busca reducir estas importaciones para frenar la fuga de divisas. Se impulsará una agricultura y una industria nacional. Con ello, empresas extranjeras acabarán recabando en el país e instalando sus fábricas. Su adelantada tecnología no tiene rival, así que la burguesía nacional decide unirse a los extranjeros y haciendo suyos los intereses de estos. ¿Cuál es el atractivo de producir en un país del Tercer Mundo? Los menores costes salariales. Los obreros de estos países trabajan por sueldos ínfimos. Al mismo tiempo, los monopolistas desmantelan sus fábricas en Occidente por las mejores condiciones de trabajo resultado de las reivindicaciones obreras. Como conclusión, nos encontramos con una mayor especialización en Occidente, con mano de obra altamente cualificada, situándose en la metrópoli los empleos mejor remunerados, pero a su vez un alto desempleo, puesto que estos puestos no pueden absorber todo el mercado de trabajo, y unas condiciones laborales deplorables en el Tercer Mundo. A su vez, la producción en los países pobres se orienta hacia los monopolios, no atendiendo a las necesidades de los nativos.

¿Cuál es la solución que proponemos los comunistas ante estas cuestiones? En la contradicción fundamental del capitalismo hallamos el origen de sus defectos. La producción es social, es decir, un producto nunca va a ser nuestro del todo, necesitamos de una materia prima y unos materiales complementarios, lo realizamos en una cadena de montaje, etc. Por el contrario, el beneficio es individual. Si el producto es obra de una serie de industrias concomitantes, debe ser puesto en servicio del conjunto de la sociedad. Solo así podremos desterrar las plagas del pasado.