''El sentido del saludo de Hitler'' |
Entre la historiografía académica se acepta por lo
menos desde la caída del Bloque Socialista, que el nazismo y el comunismo son
dos caras de una misma moneda: el totalitarismo. Pretendemos desmontar esta
identificación y además, encontramos que el nazismo tiene muchas más
equivalencias con el capitalismo.
Contexto histórico
El nazismo, por ser una ideología de masas,
corporativa, unipartidista y ultranacionalista, además de conformar junto a la
Italia de Mussolini lo que se llamó el Eje durante la Segunda Guerra Mundial,
también se considera fascismo, usándose como términos intercambiables. Sus
objetivos son los mismos, además de la alianza que formaron. Igualmente
numerosos países adoptaron formas de gobierno parecidas. Aunque el nazismo es
hermano del fascismo, no vamos a hablar de este último, sino únicamente del
nacionalsocialismo alemán.
La Primera
Guerra Mundial estalló con el fin de reajustar el imperio colonial europeo. Con
el fin de fomentar el mercado propio frente a la competencia extranjera, los
países adoptaron políticas mercantilistas, subiendo los aranceles
desincentivando la importación o subvencionando la industria nacional. Lo
negativo de esto fue que todos los países adoptaron las mismas políticas, con
lo que si bien no había competencia dentro de las fronteras, tampoco se daba
salida a los productos. Por ello, durante el siglo XIX se produjo una frenética
carrera por colonizar el continente africano, donde por una parte conseguir
materias primas de forma barata y por otra dar salida a las manufacturas. Como
vemos, los estados actuaron de ejército personal de las empresas, multiplicando
sus beneficios a sangre y fuego.
En este contexto, los estados iniciaron una carrera
armamentística para asegurar sus flamantes posesiones de las potencias
contrincantes o de las revueltas indígenas. También es el siglo XIX el del
capitalismo triunfante tras el ciclo de revoluciones atlánticas que culminó en
1848. La ideología liberal terminó de definirse, e intentó justificarse acudiendo
a los recientes descubrimientos científicos, ya que el paradigma era la ciencia
incuestionable, que sustituyó al dogma religioso. La ciencia iluminaba (el
Siglo de las Luces). Así, se extrapoló la teoría de la selección natural de
Darwin al ámbito social, en una pseudociencia denominada darwinismo social y que aún goza de predicamento (quien triunfa es
el más válido).
Otra pseudociencia que a la postre se demostró falsa
fue el maltusianismo, que afirmaba que mientras que la población crece, las
fuentes de aprovisionamiento son limitadas, y que a medida que avance la
superpoblación va a ser imposible alimentar a la población creciente. Estas
teorías sirvieron de cobertura al incipiente colonialismo. El neodarwinismo
creyó verse ratificado por el dominio del hombre blanco, cuyas sociedades,
armas, y tecnología era mucho más sofisticada. Por otra parte la única salida
satisfactoria a los problemas de superpoblación era la construcción de un
imperio colonial al que derivar a buena parte de los ciudadanos.
Ahora vayamos a dos conceptos del nazismo similares
al maltusianismo y al darwinismo social: Lebensraum y Untermensch. Lebensraum
es el «espacio vital» que necesitaba Alemania para abastecer a su población
masificada. Untermensch significa literalmente «subhumano». Los nazis atribuían
a ciertas razas unas características que las convertían en inferiores al resto
de humanos, y por tanto, necesariamente su fin debía ser estar sometidas por la
raza suprema, cuando no ser aniquiladas. Esto no deja de ser una reformulación
del darwinismo social, que no es más que la coartada cientificista del
capitalismo para sublimar el ideal de competencia.
Se puede decir entonces que el colonialismo es la
apropiación de tierras y recursos de una nación cuyo sojuzgamiento se legitima
por su inferioridad. Pero los nazis no practicaron un colonialismo al uso, sino
que su objetivo era establecerse en el este de Europa, a costa de Polonia y la
Unión Soviética.
«La
política exterior del Estado Racista tiene que asegurarle a la raza que
constituye los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una
relación natural, vital y sana entre la densidad y el aumento de la población
por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita por otro.
[…]
Nosotros,
los Nacionalsocialistas, hemos puesto deliberadamente punto final a la
orientación de la política exterior alemana de la anteguerra; ahora comenzamos
allí donde hace seis siglos nos quedamos detenidos. Terminemos con el eterno
éxodo germánico hacia el Sur y el Oeste de Europa y dirijamos la mirada hacia
las tierras del Este. Cerremos al fin la era de la política colonial y
comercial de la anteguerra y pasemos a orientar la política territorial alemana
del porvenir. Cuando hoy hablamos en Europa de "nuestro suelo",
pensamos en primer lugar solamente en Rusia y los Estados adyacentes que le son
subordinados. El destino mismo parece querer mostrarnos el derrotero. El haber
abandonado a Rusia en manos del bolchevismo, despojó al pueblo ruso de aquella
clase pensante que hasta entonces había creado y garantizado su existencia como
Estado. La organización de un Estado ruso no fue el resultado de la capacidad
política del eslavismo en Rusia, sino un maravilloso ejemplo de eficacia, como
creadores, de los elementos germánicos directores de una raza inferior»
Como vemos en este
fragmento de Mi lucha, Hitler
defendía las caducas tesis malthusianas, que no es menester aquí refutar. El
pueblo alemán debe imponerse sobre el eslavo, inferior, ya que es natural y
deseable la supremacía de los mejores. Esto no es muy distinto de los argumentos que el colonialismo en África ofrecía. Además resulta irrisorio leer
este fragmento y ver el preocupante auge del nazismo en países eslavos. Sin
duda, los neonazis de estos países habrían acabado en Auschwitz.
El Tercer Reich, paraíso del patrón alemán.
11 de noviembre de
1918, Alemania firma el armisticio que se convertirá en la firma del Tratado de
Versalles en 1919. Las condiciones de paz son inasumibles para Alemania.
Alemania perdió el 13% de su territorio, tuvo que reconocerse autor moral de la
conflagración mundial y pagar indemnizaciones astronómicas. El orgullo
nacional, exaltado desde la unificación, quedaba gravemente herido. Los alemanes
culpaban a quienes les habían conducido al cataclismo, la burguesía insaciable.
Se produjeron rebeliones de corte socialista, como el Levantamiento
Espartaquista y la Revolución Soviética en Baviera. Para colmo, la Gran
Depresión dejó a 4 millones de personas desempleadas.
Ante el peligro de las
fuerzas «disolventes» (el Partido Comunista Alemán era uno de los más poderosos
de Europa) el nazismo enarboló de nuevo la apolillada bandera del nacionalismo,
y excitó al pueblo alemán contra el «judaísmo internacional», una indeterminada
conspiración mundial en la que incluía al capitalismo y al comunismo y que
servía como chivo expiatorio para desviar el descontento obrero. El nazismo es
corporativo, todas las clases deben colaborar para devolver la gloria a
Alemania y contribuir logrando un objetivo común, al engrandecimiento de la
patria.
«La
institución sindicalista dentro del Nacionalsocialismo no es un órgano de lucha
de
clases, sino un portavoz de representación profesional. El Estado
Nacionalsocialista no distingue "clases" y conoce, en el sentido
político, únicamente ciudadanos con derechos absolutamente iguales y, consiguientemente,
con deberes generales también iguales; y, junto al ciudadano, el súbdito que
carece por entero de derechos políticos.»
En este contexto, es
normal que los empresarios respirasen aliviados, cuando los obreros dejaban de
soñar con aquellas quimeras y se contentaban con su exiguo salario, pues no
había clases, todos eran ciudadanos de la raza llamada a someter al mundo a sus
designios. Este último fragmento, ¿no recuerda a los llamados a la paz social, de los que desprestigian a quienes no optan por el «consenso» y el «sentido de
estado»?
El 1 de septiembre de
1939 Alemania invade Polonia. Tal país contaba en 1933 con 3 millones de
judíos, Polonia se había destacado durante siglos por su generosidad acogiendo
judíos expulsados de distintos países o víctimas de persecuciones y pogromos.
Polonia era el país que más judíos albergaba. Finalizada la guerra, apenas
quedaban 45000. En julio de 1941 se inició la Operación Barbarroja, la invasión
de la Unión Soviética que era el objetivo primigenio de la guerra desde que
Hitler plasmara su ambición de anexarla en Mi
Lucha en 1925.
Hitler se encontró con
millones de personas, eslavos y judíos, a los cuales consideraba infrahumanos,
a quienes recluyó en guetos y en campos de exterminio, trabajando en
condiciones de esclavitud para empresas alemanas, que instalaron sus fábricas
anejas a los campos. Tal es el caso de la química IG Farben y la armamentística
Krupp en Auschwitz.
Esto decía el
superviviente del Holocausto Eugen Kogon.
Muchos
eran los hombres de negocios que tenían relaciones de proveedores con la SS de
los Lager, los industriales que solicitaban mano de obra de
trabajadores–esclavos a las oficinas administrativas y económicas de la SS, y
los empleados de las oficinas de empleo que [...] estaban al corriente del hecho de que
muchas grandes sociedades explotaban mano de obra esclava.
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