"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
  • Ernesto Che Guevara

lunes, 7 de marzo de 2016

Nazismo, colonialismo y capitalismo

''El sentido del saludo de Hitler''


Entre la historiografía académica se acepta por lo menos desde la caída del Bloque Socialista, que el nazismo y el comunismo son dos caras de una misma moneda: el totalitarismo. Pretendemos desmontar esta identificación y además, encontramos que el nazismo tiene muchas más equivalencias con el capitalismo.

Contexto histórico


El nazismo, por ser una ideología de masas, corporativa, unipartidista y ultranacionalista, además de conformar junto a la Italia de Mussolini lo que se llamó el Eje durante la Segunda Guerra Mundial, también se considera fascismo, usándose como términos intercambiables. Sus objetivos son los mismos, además de la alianza que formaron. Igualmente numerosos países adoptaron formas de gobierno parecidas. Aunque el nazismo es hermano del fascismo, no vamos a hablar de este último, sino únicamente del nacionalsocialismo alemán.

 La Primera Guerra Mundial estalló con el fin de reajustar el imperio colonial europeo. Con el fin de fomentar el mercado propio frente a la competencia extranjera, los países adoptaron políticas mercantilistas, subiendo los aranceles desincentivando la importación o subvencionando la industria nacional. Lo negativo de esto fue que todos los países adoptaron las mismas políticas, con lo que si bien no había competencia dentro de las fronteras, tampoco se daba salida a los productos. Por ello, durante el siglo XIX se produjo una frenética carrera por colonizar el continente africano, donde por una parte conseguir materias primas de forma barata y por otra dar salida a las manufacturas. Como vemos, los estados actuaron de ejército personal de las empresas, multiplicando sus beneficios a sangre y fuego.

En este contexto, los estados iniciaron una carrera armamentística para asegurar sus flamantes posesiones de las potencias contrincantes o de las revueltas indígenas. También es el siglo XIX el del capitalismo triunfante tras el ciclo de revoluciones atlánticas que culminó en 1848. La ideología liberal terminó de definirse, e intentó justificarse acudiendo a los recientes descubrimientos científicos, ya que el paradigma era la ciencia incuestionable, que sustituyó al dogma religioso. La ciencia iluminaba (el Siglo de las Luces). Así, se extrapoló la teoría de la selección natural de Darwin al ámbito social, en una pseudociencia denominada darwinismo social y que aún goza de predicamento (quien triunfa es el más válido).

Otra pseudociencia que a la postre se demostró falsa fue el maltusianismo, que afirmaba que mientras que la población crece, las fuentes de aprovisionamiento son limitadas, y que a medida que avance la superpoblación va a ser imposible alimentar a la población creciente. Estas teorías sirvieron de cobertura al incipiente colonialismo. El neodarwinismo creyó verse ratificado por el dominio del hombre blanco, cuyas sociedades, armas, y tecnología era mucho más sofisticada. Por otra parte la única salida satisfactoria a los problemas de superpoblación era la construcción de un imperio colonial al que derivar a buena parte de los ciudadanos.

Ahora vayamos a dos conceptos del nazismo similares al maltusianismo y al darwinismo social: Lebensraum y Untermensch. Lebensraum es el «espacio vital» que necesitaba Alemania para abastecer a su población masificada. Untermensch significa literalmente «subhumano». Los nazis atribuían a ciertas razas unas características que las convertían en inferiores al resto de humanos, y por tanto, necesariamente su fin debía ser estar sometidas por la raza suprema, cuando no ser aniquiladas. Esto no deja de ser una reformulación del darwinismo social, que no es más que la coartada cientificista del capitalismo para sublimar el ideal de competencia.

Se puede decir entonces que el colonialismo es la apropiación de tierras y recursos de una nación cuyo sojuzgamiento se legitima por su inferioridad. Pero los nazis no practicaron un colonialismo al uso, sino que su objetivo era establecerse en el este de Europa, a costa de Polonia y la Unión Soviética.

«La política exterior del Estado Racista tiene que asegurarle a la raza que constituye los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una relación natural, vital y sana entre la densidad y el aumento de la población por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita por otro.   
[…]
Nosotros, los Nacionalsocialistas, hemos puesto deliberadamente punto final a la orientación de la política exterior alemana de la anteguerra; ahora comenzamos allí donde hace seis siglos nos quedamos detenidos. Terminemos con el eterno éxodo germánico hacia el Sur y el Oeste de Europa y dirijamos la mirada hacia las tierras del Este. Cerremos al fin la era de la política colonial y comercial de la anteguerra y pasemos a orientar la política territorial alemana del porvenir. Cuando hoy hablamos en Europa de "nuestro suelo", pensamos en primer lugar solamente en Rusia y los Estados adyacentes que le son subordinados. El destino mismo parece querer mostrarnos el derrotero. El haber abandonado a Rusia en manos del bolchevismo, despojó al pueblo ruso de aquella clase pensante que hasta entonces había creado y garantizado su existencia como Estado. La organización de un Estado ruso no fue el resultado de la capacidad política del eslavismo en Rusia, sino un maravilloso ejemplo de eficacia, como creadores, de los elementos germánicos directores de una raza inferior»

Como vemos en este fragmento de Mi lucha, Hitler defendía las caducas tesis malthusianas, que no es menester aquí refutar. El pueblo alemán debe imponerse sobre el eslavo, inferior, ya que es natural y deseable la supremacía de los mejores. Esto no es muy distinto de los argumentos que el colonialismo en África ofrecía. Además resulta irrisorio leer este fragmento y ver el preocupante auge del nazismo en países eslavos. Sin duda, los neonazis de estos países habrían acabado en Auschwitz.




 El Tercer Reich, paraíso del patrón alemán. 


11 de noviembre de 1918, Alemania firma el armisticio que se convertirá en la firma del Tratado de Versalles en 1919. Las condiciones de paz son inasumibles para Alemania. Alemania perdió el 13% de su territorio, tuvo que reconocerse autor moral de la conflagración mundial y pagar indemnizaciones astronómicas. El orgullo nacional, exaltado desde la unificación, quedaba gravemente herido. Los alemanes culpaban a quienes les habían conducido al cataclismo, la burguesía insaciable. Se produjeron rebeliones de corte socialista, como el Levantamiento Espartaquista y la Revolución Soviética en Baviera. Para colmo, la Gran Depresión dejó a 4 millones de personas desempleadas.

Ante el peligro de las fuerzas «disolventes» (el Partido Comunista Alemán era uno de los más poderosos de Europa) el nazismo enarboló de nuevo la apolillada bandera del nacionalismo, y excitó al pueblo alemán contra el «judaísmo internacional», una indeterminada conspiración mundial en la que incluía al capitalismo y al comunismo y que servía como chivo expiatorio para desviar el descontento obrero. El nazismo es corporativo, todas las clases deben colaborar para devolver la gloria a Alemania y contribuir logrando un objetivo común, al engrandecimiento de la patria.

«La institución sindicalista dentro del Nacionalsocialismo no es un órgano de lucha
de clases, sino un portavoz de representación profesional. El Estado Nacionalsocialista no distingue "clases" y conoce, en el sentido político, únicamente ciudadanos con derechos absolutamente iguales y, consiguientemente, con deberes generales también iguales; y, junto al ciudadano, el súbdito que carece por entero de derechos políticos.»

En este contexto, es normal que los empresarios respirasen aliviados, cuando los obreros dejaban de soñar con aquellas quimeras y se contentaban con su exiguo salario, pues no había clases, todos eran ciudadanos de la raza llamada a someter al mundo a sus designios. Este último fragmento, ¿no recuerda a los llamados a la paz social, de los que desprestigian a quienes no optan por el «consenso» y el «sentido de estado»?

El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia. Tal país contaba en 1933 con 3 millones de judíos, Polonia se había destacado durante siglos por su generosidad acogiendo judíos expulsados de distintos países o víctimas de persecuciones y pogromos. Polonia era el país que más judíos albergaba. Finalizada la guerra, apenas quedaban 45000. En julio de 1941 se inició la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética que era el objetivo primigenio de la guerra desde que Hitler plasmara su ambición de anexarla en Mi Lucha en 1925.

Hitler se encontró con millones de personas, eslavos y judíos, a los cuales consideraba infrahumanos, a quienes recluyó en guetos y en campos de exterminio, trabajando en condiciones de esclavitud para empresas alemanas, que instalaron sus fábricas anejas a los campos. Tal es el caso de la química IG Farben y la armamentística Krupp en Auschwitz.


Esto decía el superviviente del Holocausto Eugen Kogon.

Muchos eran los hombres de negocios que tenían relaciones de proveedores con la SS de los Lager, los industriales que solicitaban mano de obra de trabajadores–esclavos a las oficinas administrativas y económicas de la SS, y los empleados de las oficinas de empleo que [...] estaban al corriente del hecho de que muchas grandes sociedades explotaban mano de obra esclava.

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