¿Cuál es el
origen de la religión?
En las primeras sociedades cazadoras recolectoras,
se efectuaban rituales propiciatorios con el fin de atraer la caza. De aquí
surgen las pinturas rupestres que representan animales que formaban parte de la
dieta, normalmente asaetados o junto a manos plasmadas para «aprehenderlos».
Con la invención de la agricultura, otros rituales
vienen a sustituir a estos con idéntica finalidad: propiciar la benevolencia de
las fuerzas insondables de la naturaleza, deificadas puesto que se desconocen
sus mecanismos, para que den buenas cosechas, para que no vengan inundaciones o granizo que malogren la
cosecha, para apartar la sequía…Algo parecido son las rogativas durante la Edad
Media, procesiones en las que se hace desfilar a la efigie de la advocación con
el fin de que desaparezca la sequía.
Hablamos de que la religión surgió con una
finalidad, apartar la torva sombra del hambre, siempre acechante en las economías
de subsistencia en que bastaba una mala cosecha para provocar el ciclo
hambre-epidemias-muerte. Es decir, tanto la necesidad de conseguir sustento,
como la ignorancia, favorecen la aparición de este fenómeno.
Un fragmento de «Principios elementales de
filosofía» ya citado anteriormente, puede ser bastante ilustrativo a este
respecto.
«Sabiendo,
como lo demuestra la teoría materialista, que las ideas son el reflejo de las
cosas, que es nuestro ser social el que determina la conciencia, diremos, pues,
que la, superestructura es el reflejo de la infraestructura. He aquí un ejemplo
de Engels, que lo demuestra bien:
«C.
Marx, prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política.
La
fe calvinista convenía a los representantes más audaces de la burguesía de la
época. Su doctrina de la predestinación era la expresión religiosa del hecho de
que. en el mundo comercial de la competencia, el éxito o el fracaso no dependen
de la actividad o de la habilidad de un hombre, sino de circunstancias sobre
las cuales él nada puede. No se trata de su voluntad o de su acción, sino de la
“gracia” de potencias económicas superiores y desconocidas, y esto era
especialmente cierto en una época de revolución económica, en que todas las
viejas rutas comerciales y todos los viejos centros del comercio eran
reemplazados por nuevas rutas y nuevos centros, en que la India y América se
abrían al mundo y en que los artículos de fe económica más sagrados -el valor
del oro y de la plata- comenzaban a tambaleaar y a desplomarse.
En
efecto, ¿qué ocurre en la vida económica para los comerciantes? Están en
competencia. Los comerciantes, los burgueses, han hecho su experiencia de esta
competencia en la que hay vencedores y vencidos. Muy a menudo los más listos,
los más inteligentes, son vencidos por la competencia, por una crisis que
sobreviene y los abate. Esta crisis es para ellos una cosa imprevisible, les
parece una fatalidad y esta idea de que sin razón plausible los menos astutos
sobreviven a veces a la crisis, es la que ha sido incorporada a la religión
protestante. La comprobación de que algunos triunfan por suerte, proporciona
esta idea de la predestinación según la cual los hombres deben sufrir una
suerte fijada eternamente por Dios. Vemos en este ejemplo de reflejo de las condiciones
económicas de qué modo la superestructura es el reflejo de la infraestructura.»
Es decir, las
condiciones materiales determinan el pensamiento. En este caso tenemos una
sociedad en la que la ignorancia y el temor perenne al hambre hacen que el hombre
se encomiende a fuerzas superiores para alejar la amenaza.
Las condiciones
materiales actuales son opuestas: la ciencia ha definido como algo cognoscible
lo que antes era oscuro. Además, el progreso científico técnico ha hecho que
todas nuestras necesidades puedan ser cubiertas y que podamos dominar la
naturaleza. Existe un ingente excedente que nos protege de las calamidades.
Si es así, ¿por qué
sigue existiendo la religión?
En el calcolítico se
produce la llamada Revolución de los Productos secundarios: hay una serie de
mejoras en el utillaje además de que se aprovechan los animales no solo para la
consumición de carne, sino también para productos lácteos. Como resultado,
aumenta la producción de alimentos, lo que permite una expansión demográfica. Con
la expansión, se necesita ampliar el espacio para satisfacer la demanda de
comida de una población creciente, lo que provoca choques con poblaciones
vecinas. Además, se hacen necesarias obras comunitarias, como murallas para
hacer frente a estos enfrentamientos, regadío para cubrir las necesidades de
avituallamiento cada vez mayores del grupo, etc. Como resultado también del
impulso a la producción, se hace innecesario que cada célula de la sociedad
(familia) se dedique a todas las actividades, es decir agricultura, artesanía,
elaboración de tejidos para el vestido, fabricación de útiles… El modo
doméstico de producción es sustituido por la especialización. Además hace falta
un especialista que organice estas obras comunitarias, que ponga en común a la
mano de obra necesaria y les indique el trabajo a realizar.
¿Quién es requerido
para llevar a cabo esta tarea de organización? Alguien carismático en quien la
comunidad pueda confiar. Este personaje muchas veces es el sacerdote, aquel que
domina los arcanos que permiten mediar entre la comunidad y la divinidad para
procurarle bienestar. Es ésta la primera justificación ideológica del estado.
El entronizado se impone (el sumo sacerdote, máximo representante de la clase
sacerdotal) sobre el resto de clases que permanecen subyugadas. El estado
aparece como una herramienta de sumisión de una o varias clases por otra o en
alianza con otras.
En la Roma imperial el
emperador era un dios, casi siempre emparentado con dioses como Venus (diosa de
la fertilidad) o Marte (dios de la guerra) ¿Quién podría discutir el poder a
una divinidad, algo que además de ser imposible por su poder sobrehumano
levantaría la ira de todo el panteón, tan necesario para procurar el sustento?
Lo mismo pasa en Egipto, donde el faraón es la reencarnación de un dios y en la
civilización maya, en la cual los reyes se practican deformaciones craneanas,
mutilaciones dentales e incrustaciones de jade en los dientes para subrayar su
carácter no humano.
La religión es en las
sociedades antiguas prácticamente el único aparato ideológico, una muleta imprescindible del estado que mantiene a la clase oprimida alejada de la lucha
por el poder.
Con el cristianismo se
produce un cambio. Su auge coincide con guerras civiles que hacen que aumente
el presupuesto militar. Se requiere pagar a los soldados cada vez más por lo
que se devalúa la moneda. El imperio pide mayores impuestos, muchas veces inasumibles,
con lo que hay una serie de consecuencias como la reaparición de la economía
natural, la emigración al campo poniéndose bajo la protección de señores… A
todo esto se unen las invasiones bárbaras con la interrupción de los circuitos
comerciales y el desabastecimiento. La sociedad antigua se trastoca, la
religión civil no da respuesta a los nuevos desafíos, los dioses parecen haber
abandonado a los hombres. La vida es sumamente ingrata, y las religiones
mistéricas se hacen muy atractivas. Estas religiones buscan la respuesta en una
vida más allá de la muerte.
Si esta vida es
insatisfactoria, puede que la otra no lo sea. La dirigencia elabora una
respuesta. La figura divina del emperador se pone en entredicho. Ya no hay
motivo para no combatirle. Si el emperador no puede convencer de su origen
divino, sí puede decir que Dios ha delegado su poder en él, que es el lugarteniente de Dios. A partir de ahora el
rey es uncido por Dios, por lo que cuestionar su poder equivale a desobedecer a
Dios, lo que lleva a la condenación.
En esto que llegamos al
final del Antiguo Régimen. La burguesía quiere sustituir a la nobleza por sí
misma, a fin de lo cual desmonta la tramoya, desarma ideológicamente a la clase
dirigente.
A continuación insertaré un fragmento de «Ideologías y aparatos ideológicos del estado» de Althusser muy elocuente.
«Ahora bien, en las formaciones sociales del modo de producción
“servil” (comunmente llamado feudal) comprobamos que, aunque existe (no sólo a
partir de la monarquía absoluta sino desde los primeros estados antiguos
conocidos) un aparato represivo de Estado único, formalmente muy parecido al
que nosotros conocemos, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado es menor
y su individualidad diferente. Comprobamos, por ejemplo, que la Iglesia
(aparato ideológico de Estado religioso) en la Edad Media acumulaba numerosas
funciones (en especial las escolares y culturales) hoy atribuidas a muchos
aparatos ideológicos de Estado diferentes, nuevos con respecto al que evocamos.
Junto a la Iglesia existía el aparato ideológico de Estado familiar, que
cumplía un considerable rol, no comparable con el que cumple en las formaciones
sociales capitalistas. A pesar de las apariencias, la iglesia y la familia no
eran los únicos aparatos ideológicos de Estado. Existía también un aparato
ideológicos de Estado político (los Estados Generales, el Parlamento, las
distintas facciones y ligas políticas, antecesoras de los partidos políticos
modernos, y todo el sistema político de comunas libres, luego de las ciudades).
Existía asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado “pre-sindical”, si
podemos arriesgar esta expresión forzosamente anacrónica (las poderosas
cofradías de comerciantes, de banqueros, y también las asociaciones de
compagnons*, etcétera). Las ediciones y la información también tuvieron un
innegable desarrollo, así como los espectáculos, al comienzo partes integrantes
de la iglesia y luego cada vez más independientes de ella.
Ahora bien, es absolutamente evidente que en el período histórico
pre-capitalista que acabamos de examinar a grandes rasgos, existía un aparato
ideológico de Estado dominante, la Iglesia, que concentraba no sólo las
funciones religiosas sino también las escolares y buena parte de las funciones
de información y “cultura”. Si toda la lucha ideológica del siglo XVI al XVII,
desde la primera ruptura de la Reforma, se concentró en la lucha anticlerical y
antirreligiosa, ello no sucedió por azar sino a causa de la posición dominante
del aparato ideológico de Estado religioso. La revolución francesa tuvo ante
todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la
aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente
el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el
ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato
ideológico de Estado Nº 1, la Iglesia. De allí la constitución civil del clero,
la confiscación de los bienes de la Iglesia y la creación de nuevos aparatos
ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso
en su rol dominante.»
Ahora bien, si la burguesía tenía
excusa para desalojar del poder a la nobleza, carecía aún de justificación para
detentarlo. Así inventó el Contrato Social y la meritocracia: el estado es
necesario porque su ausencia llevaría al caos y el poder solo puede ser
ejercido por los más capacitados. Eso sí, escamotea que los más capacitados son
los que se pueden permitir la adquisición de las competencias necesarias para
administrar el estado, es decir, ellos mismos.
Pero el lector objetará que si el
progreso científico hace que nos podamos explicar el mundo sin recurrir a la
religión y si esta ya no es necesaria para sustentar ideológicamente el poder,
debería haber desaparecido. Y esto es porque aunque el fundamento del poder ya
no sea teológico, la religión sigue cumpliendo una función como aparato
ideológico de estado.
La religión dice que todas
nuestras tribulaciones pueden ser conjuradas en una vida posterior a la muerte,
lo que es un desincentivo para la revolución. Nos dice que debemos obedecer al
poder «Al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios». Nos dice que los usureros serán castigados porque
«es más fácil pasar un camello por el ojo
de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios», nos dice que no
debemos dejarnos vencer por nuestras aflicciones porque en definitiva un mundo
mejor nos está esperando, y no solo los problemas sociales tienen su origen en
la propiedad privada, sino también la marginación derivada del individualismo.
Los obreros no recurriremos a la
religión tras la conquista del estado, porque no tendremos ninguna clase a la
que oprimir y engañar para conservar el poder, por lo que, desaparecida la base
material de su existencia, que es la ignorancia y el sostén del poder, esta
acabará dejando de existir.