Puede
que sea una simple coincidencia que la muerte de Fraga, responsable político de
los sucesos de Vitoria de 1976 que causaron la muerte de muchos trabajadores y
de la muerte de luchadores antifascistas como el comunista Julián Grimau y de
Carrillo, quien desarmó ideológicamente el PCE estén sólo separadas por siete
meses de diferencia. Carrillo y Fraga, quienes se profesaban un respeto y
admiración personal mutua, son el símbolo de la unión de dos ideologías
opuestas para la consecución de un fin superior, bueno y justo; la
democratización de España.
``El
soberano reina pero no gobierna´´, afirmó Carrillo en aquellos años. Es
sorpresivo que después de tres décadas sin cuestionar dicho discurso el rey se
reúna con mandatarios y empresarios alabando las reformas del gobierno de
Rajoy, echándole una mano, como que aún conservara ese aura de intocable, de
hombre íntegro y respetable que modera nuestra democracia. En ese complicado
trajín de conversaciones y reuniones con hombres influyentes y destacados, el
rey también ha acudido a desmentir el reportaje fotográfico que en el rotativo
The New York Times descubría la miseria
y marginalidad cotidiana de este país, como si los pobres, hambrientos y harapientos
fueran una vergüenza que hay que esconder. Tal es el comportamiento de nuestro
jefe de estado.
Treinta
años después de la transición en la actualidad hemos vivido dos reformas
laborales; en 2010, que prácticamente reducía la indemnización por despido de
45 días a 33 por año trabajado y en 2012, que reduce dicha indemnización a 20
días cuando la empresa alegue pérdidas durante varios meses –pérdidas o menor
ganancia- y degrada la negociación
colectiva al poder el patrón descolgarse de dicho convenio aduciendo nuevamente
causas económicas. Hemos asistido al aumento de la edad de jubilación de 65 a
67 años; a la devaluación de la educación pública – aumento de tasas
universitarias, del ratio de alumnos por profesor en escuelas, de la sanidad
pública – cierre de hospitales en Cataluña coincidiendo con festividades,
privatización de la gestión de hospitales en Comunidad Valenciana- , aumento de
impuestos indirectos como el IVA en 2009 y 2012, de las tarifas de la luz y el
gas, etc. En definitiva, esa constitución, que aseguraría la ``protección social, económica y jurídica de la familia’’ (art.
39) promovería “las condiciones
favorables para el progreso social y económico´´ (art 40), que mantendría ``un
régimen público de seguridad social para todos los ciudadanos, que garantice la
asistencia y prestación sociales suficientes ante situaciones de necesidad´´
(art 41), que “reconoce el derecho a la protección de la salud´´ (art. 43) entre muchas otras promesas,
hoy cada vez más lejanas de su cumplimiento, fueron sólo melifluas palabras
susurradas al oído del cautivado ciudadano europeo moderno, cosmopolita,
instruido en los nobles ideales de la Declaración de Derechos del Hombre y del
Ciudadano, en el enciclopedismo, la ilustración que invita a saber, al
escepticismo, la crítica, el saber positivista y no producto de la fe ciega,
que no obstante está tan monitorizado, tan absorto en su sueño de libertad y
democracia, que no puede desenmarañar
los tejidos que le mantienen siervo de ese ideal imbuido, inoculado por la
burguesía.
Mientras
el gobierno del ``popular´´ Rajoy (subrayo popular, pues aquí también todo es
ilusión, las palabras degeneran y engañan) gasta el dinero del contribuyente en
alegres francachelas aéreas de mil euros, en dispendiosos y fútiles protocolos,
visitas y encuentros, roban, expolian y corrompen, aceptan dádivas a cambio de
exiguos trajes, viven a todo tren, aprueban sus ominosas leyes con nocturnidad
y alevosía, desprecian, rugen y aprietan los dientes mientras el pueblo, al que
acusan de asaltar la democracia, su democracia inamovible salvo por ellos
mismos, se agita con gemido estentóreo,
gemido que causa la criminalización y procesamiento penal.
Esta es
la democracia que nos han legado los prohombres sabios, los santos a los que
hay que dedicar salmos y hagiografías, Fraga y Carrillo, y otros tantos
franquistas trasnochados, y otros tantos idealistas renegados. Mi homenaje a
ellos.