b ) La primera característica de la
producción es que jamás se estanca en un punto durante un largo período, sino
que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad de que estos
cambios ocurridos en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio
de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e
instituciones políticas, provocan la reorganización de todo el sistema social y
político. En las diversas fases de desarrollo, el hombre emplea diversos modos
de producción o, para decirlo en términos más vulgares, mantiene distinto
género de vida. Bajo el régimen del comunismo primitivo, el modo de producción
empleado es distinto que bajo la esclavitud, bajo el régimen de la esclavitud
es distinto que bajo el feudalismo, etc. Y, en consonancia con esto, varían
también el régimen social de los hombres, su vida espiritual, sus concepciones,
sus instituciones políticas.
Según sea el modo de producción
existente en una sociedad, así es también, fundamentalmente, esta misma
sociedad y así son sus ideas y sus teorías, sus concepciones e instituciones
políticas.
O, para decirlo en términos más
vulgares, según vive el hombre, así piensa.
Esto significa que la historia del
desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la
producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros
a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas
y de las relaciones de producción entre los hombres.
Esto quiere decir que la historia
del desarrollo social es, al mismo tiempo, la historia de los propios
productores de bienes materiales, la historia de las masas trabajadoras, que
son las fuerzas fundamentales del proceso de producción y las que llevan a cabo
la producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de la
sociedad.
Esto quiere decir que la ciencia
histórica, si pretende ser una verdadera ciencia, no debe seguir reduciendo la
historia del desarrollo social a los actos de los reyes y de los caudillos
militares, a los actos de los "conquistadores" y
"avasalladores" de Estados, sino que debe ocuparse ante todo de la
historia de los productores de los bienes materiales, de la historia de las
masas trabajadoras, de la historia de los pueblos.
Esto quiere decir que la clave para
el estudio de las leyes de la historia de la sociedad no hay que buscarla en
las cabezas de los hombres, en las ideas y concepciones de la sociedad, sino en
el modo de producción aplicado por la sociedad en cada uno de sus períodos
históricos, es decir, en la economía de la sociedad.
Esto quiere decir que la tarea
primordial de la ciencia histórica es el estudio y el descubrimiento de las
leyes de la producción, de las leyes del desarrollo de las fuerzas productivas
y de las relaciones de producción, de las leyes del desarrollo económico de la
sociedad.
Esto quiere decir que el Partido del
proletariado, para ser un verdadero partido, debe, ante todo, conocer las leyes
del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la
sociedad.
Esto quiere decir que en politica,
para no equivocarse, el Partido del proletariado debe, ante todo, tanto en lo
que se refiere a la formación de su programa como en lo que atañe a su
actuación práctica, arrancar de las leyes del desarrollo de la producción, de
las leyes del desarrollo económico de la sociedad.
Un ejemplo de desarmonía entre las
relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, un ejemplo
de conflicto entre ambos factores, lo tenemos en las crisis económicas de los
países capitalistas, donde la propiedad privada capitalista sobre los medios de
producción está en violenta discordancia con el carácter social del proceso de
producción, con el carácter de las fuerzas productivas. Resultado de esta
discordancia son las crisis económicas, que conducen a la destrucción de las
fuerzas productivas; y esta discordancia constituye, de por sí, la base
economica de la revolución social, cuya misión consiste en destruir las
relaciones de producción existentes y crear otras nuevas, que correspondan al
carácter de las fuerzas productivas.
Por el contrario, el ejemp]o de una
armonía completa entre las relaciones de producción y el carácter de las
fuerzas productivas nos lo ofrece la economía socialista de la U.R.S.S., donde
la propiedad social sobre los medios de producción concuerda plenamente con el
carácter social del proceso de la producción y donde, por tanto, no existen
crisis económicas, ni se producen casos de destrucción de las fuerzas
productivas.
Por consiguiente, las fuerzas
productivas no son solamente el elemento más dinámico y más revolucionario de
la producción, sino que son, además, el elemento determinante de su desarrollo.
Según sean las fuerzas productivas,
así tienen que ser también las relaciones de producción.
Si el estado de las fuerzas
productivas responde a la pregunta de con qué instrumentos de producción crean
los hombres los bienes materiales que les son necesarios, el estado de las
relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están
los medios de producción (la tierra, los bosques, las aguas, el
subsuelo, las materias primas, las herramientas y los edificios dedicados a la
producción, las vías y medios de comunicación, etc.), a disposición de quién se
hallan los medios de producción: a disposición de toda la sociedad, o a
disposición de determinados individuos, grupos o clases que los emplean para
explotar a otros individuos, grupos o clases?
He aquí un cuadro esquemático del
desarrollo de las fuerzas productivas desde los tiempos primitivos hasta
nuestros días. De las herramientas de piedra sin pulimentar se pasa al arco y a
la flecha y, en relación con esto, de la caza como sistema de vida a la
domesticación de animales y a la ganadería primitiva; de las herramientas de
piedra se pasa a las herramientas de metal (al hacha de hierro, al arado con
reja de hierro, etc.) y, en consonancia con esto, al cultivo de las plantas y a
la agricultura; viene luego el mejoramiento progresivo de las herramientas
metálicas para la elaboración de materiales, se pasa a la fragua de fuelle y a
la alfarería y, en consonancia con esto, se desarrollan los oficios artesanos,
se desglosan estos oficios de la agricultura, se desarrolla la producción
independiente de los artesanos y, más tarde, la manufactura; de los
instrumentos artesanos de producción se pasa a la máquina, y la producción
artesana y manufacturera se transforma en la industria mecánica, y, por último,
se pasa al sistema de máquinas, y aparece la gran industria mecánica moderna:
tal es, en líneas generales y no completas, ni mucho menos, el cuadro del
desarrollo de las fuerzas productivas sociales a lo largo de la historia de la
humanidad. Además, como es lógico, el desarrollo y perfeccionamiento de los
instrumentos de producción corren a cargo de hombres relacionados con la
producción y no se realizan con independencia de éstos; por tanto, a la par con
los cambios y el desarrollo de los instrumentos de producción, cambian y se
desarrollan también los hombres, como el elemento más importante que son de las
fuerzas productivas, cambian y se desarrollan su experiencia en punto a la
producción, sus hábitos de trabajo y su habilidad para el empleo de los
instrumentos de producción.
En consonancia con los cambios y el
desarrollo experimentados por las fuerzas productivas de la sociedad en el
curso de la historia, cambian también y se desarrollan las relaciones de
producción entre los hombres, sus relaciones económicas.
La historia conoce cinco tipos fundamentales
de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el
feudalismo, el capitalismo y el socialismo.
Bajo el régimen del comunismo
primitivo, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre
los medios de producción. Esto, en sustancia, corresponde al carácter de las
fuerzas productivas durante este período. Las herramientas de piedra y el arco
y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar
aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces.
Si no querían morir de hambre, ser devorados por las fieras o sucumbir a manos
de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar
en común, y así era como recogían los frutos en el bosque, como organizaban la
pesca, como construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la
propiedad en común sobre los instrumentos de producción, al igual que sobre los
productos. Aún no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los
medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas
herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de
defensa contra las bestias feroces No existía aún explotación, no existían
clases.
Bajo el régimen de la esclavitud, la
base de las relaciones de producción es la propiedad del esclavista sobre los
medios de producción, así como también sobre los mismos productores, los
esclavos, a quienes el esclavista podía vender, comprar y matar, como ganado.
Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con
el estado de las fuerzas productivas durante este período. Ahora, en vez de
herramientas de piedra, el hombre dispone ya de herramientas de metal. En vez
de aquella mísera economía primitiva basada en la caza y que no conocía ni la
ganadería ni la agricultura, aparecen la ganadería, la agricultura, los oficios
artesanos y la división del trabajo entre estas diversas ramas de producción;
aparecen la posibilidad de efectuar un intercambio de productos entre los
distintos individuos y las distintas sociedades y la posibilidad de acumular
riquezas en manos de unas cuantas personas; se produce, en efecto, una
acumulación de medios de producción en manos de una minoría y surge la
posibilidad de que esta minoría sojuzgue a la mayoría y convierta a sus
componentes en esclavos. Ya no existe el trabajo libre y en común de todos los
miembros de la sociedad dentro del proceso de la producción, sino que impera el
trabajo forzado de los esclavos, explotados por los esclavistas, que no
trabajan. No existen tampoco, por tanto, propiedad social sobre los medios de
producción, ni sobre los productos. La propiedad social es sustituida por la
propiedad privada. El esclavista es el primero y fundamental propietario con
plenitud de derechos.
Ricos y pobres, explotadores y
explotados, hombres con plenitud de derechos y hombres privados totalmente de
derechos; una furiosa lucha de clases entre unos y otros: tal es el cuadro que
presenta el régimen de la esclavitud.
Bajo el régimen feudal, la base de
las relaciones de producción es la propiedad del señor feudal sobre los medios
de producción y su propiedad parcial sobre los productores, sobre los siervos,
a quienes ya no puede matar, pero a quienes sí puede comprar y vender. A la par
con la propiedad feudal existe la propiedad individual del campesino y del
artesano sobre los instrumentos de producción y sobre su economía privada,
basada en el trabajo personal. Estas relaciones de producción se hallan,
fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas
durante este período. El perfeccionamiento progresivo de la fundición y
elaboración del hierro, la difusión del arado de hierro y del telar, los progresos
de la agricultura, de la horticultura, de la vinicultura y de la fabricación
del aceite, la aparición de las primeras manufacturas junto a los talleres de
los artesanos: tales son los rasgos característicos del estado de las fuerzas
productivas durante este período.
Las nuevas fuerzas productivas
exigen que se deje al trabajador cierta iniciativa en la producción, que sienta
cierta inclinación al trabajo y se halle interesado en él. Por eso, el señor
feudal prescinde de los esclavos, que no sienten ningún interés por su trabajo
ni ponen en él la menor iniciativa y prefiere entendérselas con los siervos,
que tienen su propia economía y sus herramientas propias y se hallan
interesados por el trabajo en cierto grado, en la medida necesaria para
trabajar la tierra y pagar al señor en especie, con una parte de la cosecha.
Durante este período, la propiedad
privada hace nuevos progresos. La explotación sigue siendo casi tan rapaz como
bajo la esclavitud, aunque un poco suavizada. La lucha de clases entre los explotadores
y los explotados es el rasgo fundamental del feudalismo.
Bajo el régimen capitalis¿a, la base
de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de
producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores, obreros asalariados,
a quienes el capitalista no puede matar ni vender, pues se hallan exentos de
los vínculos de sujeción personal, pero que carecen de medios de producción,
por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de
trabajo al capitalista y a doblar la cerviz al yugo de la explotación. A la par
con la propiedad capitalista sobre los medios de producción, existe y se halla
en los primeros tiempos muy generalizada la propiedad privada del campesino y
del artesano, libres de la servidumbre, sobre sus medios de producción,
propiedad privada que está basada en el trabajo personal. En lugar de los
talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y
empresas dotadas de maquinaria. En lugar de las haciendas de los nobles,
cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen
las grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica
agraria y dotadas de maquinaria agrícola.
Las nuevas fuerzas productivas
exigen trabajadores más cultos y más despiertos que los siervos, mantenidos en
el embrutecimiento y en la ignorancia: trabajadores capaces de entender y
manejar las máquinas. Por eso, los capitalistas prefieren tratar con obreros
asalariados, libres de las cadenas de la servidumbre y lo suficientemente
cultos para saber manejar la maquinaria.
Pero, después de desarrollar las
fuerzas productivas en proporciones gigantescas, el capitalismo se enreda en
contradicciones insolubles para él. Al producir cada vez más mercancías y hacer
bajar cada vez más sus precios, el capitalismo agudiza la competencia, arruina
a una masa de pequeños y rnedianos propietarios, los convierte en proletarios y
rebaja su poder adquisitivo, con lo cual se hace imposible la venta de las mercancías
producidas. Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y
empresas industriales a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de
producción un carácter social y va minando con ello su propia base, ya que el
carácter social del proceso de producción reclama la propiedad social sobre los
medios de producción, mientras que la propiedad sobre los medios de producción
sigue siendo una propiedad privada capítalista, incompatible con el carácter
social que el proceso de producción presenta.
Estas contradicciones irreductibles
entre el carácter de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se
manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los
capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del
empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven
obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a
paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas, y en que millones
de seres se ven condenados al paro forzoso y al hambre, no porque escaseen las
mercancías, sino por todo lo contrario: por haberse producido en exceso.
Esto quiere decir que las relaciones
capitalistas de producción ya no están en consonancia con el estado de las
fuerzas productivas de la sociedad, sino que se hallan en irreductible
contradicción con ellas.
Esto quiere decir que el capitalismo
lleva en su entraña la revolución, una revolución que está llamada a suplantar
la actual propiedad capitalista sobre los medios de producción por la propiedad
socialista.
Esto quiere decir que el rasgo
fundamental del régimen capitalista es la más encarnizada lucha de clases entre
explotadores y explotados.
Bajo el régimen socialista, que
hasta hoy sólo es una realidad en la U.R.S.S., la base de las relaciones de
producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Aquí, ya no
hay explotadores ni explotados. Los productos creados se distribuyen con
arreglo al trabajo, según el principio de "el que no trabaja, no come".
Las relaciones mutuas entre los hombres dentro del proceso de producción tienen
el carácter de relaciones de colaboración fraternal y de mutua ayuda socialista
entre trabajadores libres de toda explotación. Las relaciones de producción se
hallan en plena consonancia con el estado de las fuerzas productivas, pues el
carácter social del proceso de producción es fortificado por la propiedad
social sobre los medios de producción.
Por eso la producción socialista de la U.R.S.S. no conoce las crisis periódicas de superproducción ni los absurdos que éstas acarrean.
Por eso, en la U.R.S.S., las fuerzas productivas se desarrollan con ritmo acelerado, ya que las relaciones de producción, al hallarse en consonancia con dichas fuerzas productivas, abren amplio cauce a este desarrollo.